Un caso muy complicado

manuel volquez

Manuel Vólquez

La institución Acción contra el Hambre, una ONG fundada en Francia por un grupo de doctores, científicos y escritores, está alarmada por la crítica situación alimentaria que sufre Haití, la Franja de Gaza y Sudán del Sur, además de la emergencia similar detectada en diez países de África y Asia.

Esa debacle se concentra en Nigeria, Sudán, República Democrática del Congo, Bangladesh, Etiopía, Yemen, Afganistán, Myanmar, Pakistán y Siria, destinos con más de 196 millones de personas vulnerables. En Gaza llega al 94% luego de los bombardeos demoledores y sistemáticos del ejército israelí sobre la población palestina.

Mientras, datos publicados el 13 de octubre de 2025 por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), organismo de la ONU, indican que la desnutrición infantil y la hambruna han aumentado de forma alarmante en Haití, donde el 51% de la población (5,7 millones de personas) sufre niveles agudos de carestía de comida, lo que supone un aumento del 3% respecto al año pasado, siendo las mujeres, los niños y las familias desplazadas a causa de las pandillas los más afectados por la crisis.

Ese informe explica que las condiciones de hacinamiento e insalubridad exponen a los niños pequeños a un mayor riesgo de desnutrición. Considera que se necesitan 139 millones de dólares para los próximos 12 meses con el fin de llegar a los individuos más vulnerables del empobrecido país caribeño.

Lo cierto es que la violencia armada, el deterioro económico, la inflación persistente y la escasa producción agrícola continúan agravando el escenario haitiano, donde unas 4,239 personas fueron asesinadas en los primeros ocho meses de este año, de acuerdo con datos del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

El mensaje de advertencia va dirigido a las grandes potencias mundiales que destinan un abultado presupuesto para la fabricación y venta de armas devastadoras de corto o largo alcance en el marco de una ilimitada política expansionista causante de las guerras entre naciones, que han provocado miles de muertes y destrucciones masivas en infraestructuras que sirven de cobijo a los humanos.

En cuanto al problema de Haití, el país más afectado es la República Dominicana en razón de que la hambruna obliga a los haitianos indocumentados a buscar refugio en otro territorio y el dominicano es el más cercano. De manera que la presencia de esos extranjeros se incrementará en República Dominicana pese a los operativos migratorios de detención y repatriación. Es un caso muy complicado que es necesario enfrentar con firmeza, cautela, respetando los derechos humanos, pero sin ceder a los intereses de organizaciones externas que nos fustigan por la política migratoria contra los indocumentados.

Lo más patético es que la mayoría de los deportados hacia Haití retornan a RD sin dificultad, incluso con familiares. Es una vieja práctica que refleja la realidad de la débil frontera común, un punto que los jefes militares aseguran está controlado, pero los hechos dicen lo contrario. Lo peor de esa realidad es que los malos dominicanos no hacen conciencia del daño que están ocasionando al confabularse con los traficantes de personas, un lucrativo negocio fronterizo que genera grandes fortunas a soldados y civiles involucrados. De tal modo, nos pasaremos soportando esa pesadilla hasta que la comunidad internacional decida colaborar para ayudar a erradicar los males del colapsado terruño insular. Ojalá que con el tiempo no tengamos que imitar los lamentos del profeta Jeremías: llorar como mujeres, lo que no pudimos resolver como hombres.

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