Los medicamentos de mi madre

Por: Ramón Antonio Veras.

Introducción

1.- Escribo este artículo porque en estos días, que he estado ocupándome por entero de mi salud, moviéndome en clínicas, relacionándome con médicos y enfermeras, y haciendo uso de medicamentos, he pensado en la agilidad mental y lo práctica que era mamá en la aplicación de plantas medicinales.

2.- En muchos países, la prestación por el Estado de servicios médicos y hospitalarios constituye un derecho fundamental que se materializa poniendo a disposición y alcance de los habitantes, establecimientos, equipos, medicamentos y material humano, en procura de acciones de orientación combinadas con medios preventivos y curativos, lo que luego se traduce en bienestar para toda la sociedad.

3.- Haber llegado a la edad con la cual cuento ahora, y habiendo vivido en mi país bajo atraso y sin desarrollo, me permite tener una visión más o menos acabada de lo que ha sido la salud pública, así como establecer diferencias entre el servicio de salud vigente durante mi niñez y el que predomina hoy.

4.- Pero más concretamente, lo que persigo es explicar la solución que buscaba mi madre cuando uno de sus hijos o hijas presentaba algún quebranto. Me voy a permitir recurrir a mi memoria para identificar algunas enfermedades y los medicamentos por ella aplicados.

Mamá y su preocupación por sanar a sus hijos

5.- Siendo un niño, un día amanecí que no podía abrir los ojos, las pestañas las tenía pegadas. Ante semejante situación, mamá no perdió tiempo; fue a un monte contiguo a nuestro bohío y regresó con un limón agrio en sus manos, lo partió en dos pedazos, me sentó en una silla y me dijo: —Recuéstate. Así lo hice. Ella procedió a exprimir uno de los dos pedazos del limón dentro de mis ojos. Cuando el ácido cayó en mis ojos, vi al diablo.

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6.- Acto seguido, mi madre me dijo: —Negro, tú verás que ya mañana amaneces mejor. Mamá llevó a cabo su operativo médico y a los pocos días ya estaba recuperado de mi afección ocular que, según mamá, era ceguera, ahora conocida con el sofisticado nombre de “conjuntivitis”.

7.- Para sorpresa mía, una noche no pude dormir porque la pasé dando vueltas en mi catre, rascándome el cuerpo por todas partes. Al amanecer, una vez mamá me vio la cara, exclamó: Negro, pero tú tienes sarampión, estás “jovero”. Hay que recoger tus propios orines y bañarte con ellos, y si no orinas una gran cantidad, debo recurrir a los orines de las muchachas. No sé, pero después de varios días de bañarme con los orines míos y de mis hermanas, superé el sarampión.

8.- Al menor signo de molestia en mi vientre, mamá me decía: —Negro, si tienes dolor de barriga fue que comiste algo que te hizo daño. Te voy a preparar una toma para que se te quite el dolor. Al poco rato, mamá venía con un jarro

conteniendo una especie de purgante hecho con la combinación de sen y cañafístula. A los pocos minutos tenía que salir corriendo para la letrina con una tuza de maíz en las manos para que hiciera la función que hoy hace el papel higiénico. En caso de que no funcionara el famoso té ya indicado, mamá recurría a un famoso enema fruto de la liga de agua con un bendito jabón de castilla.

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9.- Si tenía en mi cuerpo una pequeña hinchazón, mamá venía en mi auxilio y en el lugar afectado colocaba una hojita de limón caliente acompañada con cebo de flandes.

10.- Ante una herida en uno de mis pies, mamá procuraba curarme y evitar infecciones: sacaba un poco de gas a la “humeadora” que servía para alumbrarnos y lo aplicaba sobre la herida. Si estaba agripado, mamá buscaba curarme con una tisana de hojas de Juana la Blanca y de limón.

11.- En caso de que la afección gripal se alojara en mi pecho, entonces preparaba una liga de cebolla, miel de abejas y almendrillo, pero otras veces recurría a un zumo de higuereta, que tenía un sabor sumamente desagradable.

12.- A falta de desodorante, y en caso de mal olor en mis axilas, mamá me aplicaba litargirio, un producto que no sé cómo lo obtenía, aunque sí sé que era en una farmacia.

13.- La limpieza de mis dientes, mamá la resolvía de una manera rápida y práctica con bicarbonato de sodio. Una vez terminaba su labor, se reía y me decía: —Negro, tus dientes quedaron blanquitos.

14.- Si una de mis hermanas tenía problemas con la menstruación, mamá le decía: —En caso de que no te llegue tu regla esta noche, mañana te voy a preparar un té de cáscara de roble. Por lo regular le daba sus resultados, pero hay que recordar que la corteza de roble es más amarga que la cicuta.

15.- Todavía hoy recuerdo los nombres de algunas plantas que en mi niñez fueron utilizadas por mamá para curarnos, tales como el zumo de anamú y el almendrillo, la sábila, el jugo de remolacha, el orégano poleo, la tuatúa, raíz de guací, hojas de feregosa, la barba de maíz y la raíz de jericó.

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16.- Como medicamentos especiales para enfermedades específicas, mamá aplicaba el palo amargo para los piojos, el gas de alumbrar para las niguas, la papa guayada para quemaduras, el apasote para las lombrices, la bija con leche para problemas estomacales, las hojas de caldosanto para regularizar los órganos reproductores de las mujeres, y los collares de semillas de javilla para curar la papera.

17.- De mi niñez recuerdo que mi madre nunca se amilanó ante una enfermedad rutinaria. Ella tenía un medicamento para cada afección que sintiera uno cualquiera de sus hijas e hijos. Estoy casi seguro de que mis hijos, y mucho menos mis nietas y nietos, nunca han oído mencionar los nombres de las plantas medicinales que mamá utilizó para curar mis enfermedades y las de mis hermanas y hermano.

18.- Muchas veces he pensado que mamá no sabía el riesgo que entrañaba utilizar, sin procesamiento alguno, determinadas plantas en procura de sanar o mejorar cualquiera de sus hijos quebrantados. En sentido general, en todo el curso de mi niñez disfruté de perfecta salud, y las pequeñas afecciones que padecí fueron resueltas de inmediato por la rápida intervención de mi madre, que siempre buscaba algo con qué resolver mis problemas de salud. Este escrito, desde el párrafo 2 hasta el 18 fueron extraídos del libro de mi autoría Parte de mi vida: para mis hijos, nietas y nietos, páginas 49 hasta la 52.

Santiago de los Caballeros,

19 de mayo de 2023

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