Casas flotantes como alternativas
Manuel Vólquez
Vivir sobre el agua nos es cosa exclusiva de la legendaria ciudad Venecia (Italia) y no lo veo como una idea agradable. Son muchas las personas que deciden vivir en una casa flotante sobre mar o ríos. También adquieren casas rodantes en tierra, compradas o alquiladas, para acampar buscando paz en sitios tranquilos apartados de las ruidosas ciudades. Hay otras que funcionan como cabañas-barcos de dos o tres pisos, que van de un lugar a otro. Todas tienen un costo considerable para los que puedan adquirir esos techos.
Los hogares flotantes son visibles en ciudades de Estados Unidos, Canadá, Amsterdam, Holanda, Alemania, España, Australia, Reino Unido, Francia, Países Bajos, Tailandia, India, Indonesia, Japón, China y otros. Ese atractivo llama la atención de los turistas porque cuentan con habitaciones acogedoras, cocinas bien equipadas, baños modernos y salas de estar relajantes. Esas espaciosas viviendas se asientan sobre un zócalo de hormigón y conectadas a tierra firme a través de un paseo de madera que enlaza con el muelle.
La cubierta inferior del “barco-casa” dispone de una habitación individual y tres dobles, incluida una principal con vestidor y baño privado. Algunas están equipadas con sauna, cine en casa y cocina completa. Está amarrado cerca de una urbanización ribereña y cuenta con acceso a un gimnasio, una piscina, por lo que sus ocupantes no tendrán que renunciar a ninguna de las comodidades de la vida. En esos países se deslumbra el arte arquitectónico moderno al diseñar domicilios caracterizados por lujos similares a los de residenciales urbanos edificados en tierra firme.
En América Latina las encontramos en Panamá, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia, Brasil y otras. Sin embargo, esas atractivas obras arquitectónicas no son visibles en lugares apartados de Vietnam, Camboya, Chong Kos, donde por años impera el hacinamiento comunitario. En esa zona las mujeres se encargan de los barcos (yolas) transportando comida y otras utilidades comerciales o domésticas. Los hogares sobre aguas son construidos con palo de madera fuerte y resistente al agua; las paredes son levantadas con bambú, techadas de zinc y palmas. En ese escenario han estado, desde hace décadas, familias y animales en medio de una horrible miseria. Sobreviven de la pesca y otros quehaceres, olvidados por las autoridades gubernamentales.
Igual panorama padecen habitantes en comunidades de regiones aisladas en África Oriental, como Kenia, Tanzania, Uganda, Etiopía, Somalia, Eritrea y Yibuti, Burundi, Ruanda, Malaui, Zambia y Zimbabue. Las personas habitan en destartalados inmuebles flotantes rodeados de aguas turbias; algunas están a punto de derrumbarse debido al deterioro de la madera que las sostienen. Son simples cabañas de bambú rodeadas de pobreza. Por razones económicas, no usan los barcos-casa modernos, sino canoas que son utilizadas para el traslado de niños a la escuela y otras diligencias familiares.
Teóricos especializados en geografía ambiental estiman que los domicilios flotantes son alternativas ante el desbordante crecimiento poblacional mundial y las bajas ofertas de viviendas asequibles. ¿Cómo afectarían esas construcciones el ecosistema marino? ¿Dónde van a parar los desperdicios evacuados por los humanos? ¿Qué riesgos corren las personas si ocurre un huracán o sunami? ¿Son las casas flotantes el futuro por la escasez de viviendas en el planeta tierra?. Esas son las interrogantes que se formulan los arquitectos modernistas, quienes cuestionan el funcionamiento en esas residencias el sistema de drenaje y destilación de fluidos evacuados por humanos, de manera que no permanezcan sobre el agua. Lo que no podemos olvidar es que la naturaleza siempre recupera con furia el espacio que los humanos le roban..
