Pelegrín Castillo advierte sobre un plan internacional de desestabilización en la República Dominicana vinculado a la crisis migratoria haitiana

El vicepresidente de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), exdiputado y dirigente político dominicano Pelegrín Castillo alertó sobre la existencia de un plan de alta inteligencia destinado a desestabilizar la República Dominicana a través del incremento masivo de la inmigración haitiana y el debilitamiento de las instituciones nacionales.

En una entrevista en el programa Panorama de la Tarde, Castillo señaló que este proyecto, desarrollado desde hace años, apunta a forzar una «solución dominicana» a la crisis de Haití, empleando tácticas que incluyen el aumento exponencial de partos de ciudadanas haitianas en territorio dominicano y la presión internacional para normalizar dicha situación.


Castillo afirmó que las cifras recientes —más de 7,000 partos de mujeres haitianas en hospitales dominicanos en un lapso de dos meses— evidencian una fase avanzada de este supuesto plan. Según el político, la estrategia no es un fenómeno aislado, sino el resultado de acciones calculadas a lo largo de varios años, con un punto de inflexión en 2017 que habría acelerado la penetración migratoria.

Para Castillo, las autoridades dominicanas, tanto de gobiernos anteriores como del actual, conocen la situación en sectores tan sensibles como salud, educación y trabajo. Sin embargo, sostiene que muchas veces no se perciben todas las implicaciones de la estrategia.

El dirigente plantea que la idea es generar en la población dominicana la sensación de que la inmigración haitiana es un hecho consumado e inevitable, para así lograr la aceptación pasiva de lo que denomina «la solución dominicana al problema haitiano».

Contexto de la «ventana de Overton»


Castillo recurre al concepto de la «ventana de Overton» para explicar la metodología detrás de este supuesto plan. Esta teoría sugiere que las ideas extremas o inaceptables pueden volverse socialmente tolerables y, finalmente, políticas de Estado, si se las va introduciendo gradualmente. En este caso, el aumento sostenido de la población haitiana, las presiones internacionales y el debilitamiento del Estado buscarían que los dominicanos asuman la integración forzada con Haití como el único desenlace posible.

El exlegislador subraya que detrás de estos movimientos existen intereses geopolíticos mayores. Menciona la incidencia de grupos radicales de izquierda en el continente, así como declaraciones del senador estadounidense Marco Rubio, quien habría advertido sobre planes para trasladar a millones de haitianos hacia República Dominicana. Asimismo, Castillo apunta a una reciente cumbre antifascista celebrada en Caracas, donde, según él, se delinearon directrices para desestabilizar la región del Caribe, con la isla de Santo Domingo en el centro de dichas acciones.

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Implicaciones estratégicas y geopolíticas


La situación insular, en opinión de Castillo, no puede verse como un hecho aislado. Haití es calificado como un «Estado fallido, descartado», mientras que la República Dominicana, pese a ser un país con un Estado «relativamente funcional», sufre vulnerabilidades internas. La combinación de un vecino colapsado y las debilidades dominicanas crearía el caldo de cultivo ideal para la desestabilización y, a mediano plazo, la posible formación de un gran problema regional.

A nivel más amplio, Castillo sostiene que esta crisis no sólo impacta a La Española, sino que podría convertirse en un foco de conflicto para el Caribe y el continente. Según el político, los promotores de esta desestabilización se beneficiarían del caos: «Si integras un Estado fallido con otro vulnerable, al final tienes dos Estados frágiles», advierte.

De esta forma, la crisis migratoria, lejos de ser un fenómeno espontáneo, formaría parte de una ingeniería geopolítica más compleja, apoyada por naciones, organizaciones y grupos con intereses en reconfigurar el mapa político de la región.

Referencia a la Cumbre antifascista en Caracas


Castillo hace hincapié en la reunión celebrada el 28 de noviembre en Caracas, Venezuela, donde grupos considerados de izquierda radical, representantes de 76 países, emitieron una declaración que —según él— respalda la idea de trasladar importantes contingentes de haitianos a territorio dominicano. Esta dinámica serviría, a su entender, para presionar a República Dominicana a absorber la crisis del país vecino.

Afirma que detrás de estos movimientos se encuentra la intención de provocar un punto de quiebre que obligue a la República Dominicana a ceder y aceptar una integración forzada, supuestamente auspiciada por naciones y bloques con agendas propias.

La cuestión marítima y la presión internacional


Más allá del tema haitiano, Castillo introduce otro factor: la disputa en torno a los espacios marítimos dominicanos. Denuncia que la Cancillería dominicana ha firmado acuerdos internacionales que, a su juicio, ignoran las disposiciones de la Constitución y las leyes internas que definen al país como un Estado archipelágico.

En particular, menciona un acuerdo con los Países Bajos que, según su criterio, podría abrir la puerta a la colonización de los mares dominicanos por potencias europeas con intereses estratégicos en el Caribe.

La acusación es que este convenio se enmarca en la lógica de ir cediendo soberanía a través de acuerdos aparentemente inofensivos, pero que esconden cláusulas que pueden resultar perjudiciales para la posición geopolítica de la República Dominicana.

Esto sumaría otra capa de complejidad al panorama, pues la nación caribeña enfrentaría, simultáneamente, presiones migratorias desde el oeste y vulneraciones a su soberanía marítima desde la esfera internacional.

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Antecedentes legislativos y resistencia interna


Castillo recordó que en la década de 1990 el Congreso Nacional dominicano rechazó un acuerdo marítimo que habría facilitado la penetración extranjera en las aguas nacionales.

Posteriormente, durante los gobiernos de finales de los 90 y principios de los 2000, se firmaron otros convenios (de inversiones y traslado de prisioneros) con cláusulas ambiguas. Estas condiciones, afirma, facilitaron la labor de quienes buscan debilitar la posición marítima del país.

Para proteger su soberanía, el Congreso aprobó la ley de Estado archipelágico y ratificó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar) con varias declaraciones interpretativas en favor de los intereses nacionales.

Asimismo, la Constitución dominicana establece que las fronteras deben determinarse según las normas internacionales más favorables, una disposición que Castillo considera incumplida en el acuerdo con Holanda. Este “descuido” diplomático, señala, no es casualidad, sino una parte más del esfuerzo por vulnerar la posición del país en sus espacios marinos.

La dinámica interna y la debilidad institucional


El entrevistado pone sobre la mesa la necesidad de que la República Dominicana fortalezca su institucionalidad y su proyecto nacional. Alega que, hoy por hoy, el país no puede considerarse una potencia económica o política, pues depende de factores externos y mantiene relaciones de subordinación en muchos ámbitos.

Según Castillo, la disyuntiva es clara: o se consolida la nación con base en una visión republicana soberanista o se le reduce a una “finca con pasaporte”, donde unos pocos intereses dominan la escena política y económica, mientras los líderes actúan como capataces del gran latifundio.

El mensaje central es que el país debe definirse ante el embate externo: ¿Será una República fuerte, autosuficiente y basada en principios patrióticos? ¿O cederá espacio hasta diluir su soberanía en un mar de intereses internacionales, presiones migratorias y vulneraciones territoriales?

El espejismo de la hegemonía dominicana en Haití


Castillo también cuestiona la creencia de que la República Dominicana podría tener una suerte de hegemonía en Haití gracias a su economía más dinámica. Para él, creer que un mercado unificado beneficiaría automáticamente a los dominicanos es una trampa: no se puede ignorar la reacción haitiana ni las consecuencias de integrar un territorio en crisis.

La pretensión de un dominio económico sin costos políticos, sociales y de seguridad es, según el exdiputado, ilusoria y peligrosa.

Asegura que la integración con un Haití fallido no traerá prosperidad, sino mayor incertidumbre, conflictos étnicos, tensiones sociales y una erosión paulatina de la identidad dominicana.

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Esta idea se enmarca, además, en el contexto más amplio de la desestabilización: al debilitar la soberanía dominicana, se allana el terreno para intereses externos que buscan reconfigurar la región sin tener en cuenta el bienestar de sus poblaciones.

La urgencia de una reacción nacional valiente


Castillo insiste en que la única forma de detener esta supuesta conspiración es una reacción contundente, radical y valiente del pueblo dominicano, unido en la defensa de su soberanía. Este esfuerzo implicaría una especie de “shock patriótico”, en el cual se deje de lado el cálculo electoral inmediato o las conveniencias políticas de corto plazo, y se ponga la mirada en el interés nacional de largo alcance.

La palabra clave es “unidad”: sin un frente interno sólido, la presión externa seguirá ganando terreno. Para Castillo, el momento histórico exige tomar decisiones firmes, reforzar las instituciones, cerrarle el paso a acuerdos que lesionen el marco legal nacional y dar una respuesta clara a los grupos internacionales que, según sus denuncias, pretenden subordinar el destino dominicano a sus propios fines.

Preservar la República como meta central


En su análisis, Castillo deja claro que el objetivo supremo no es aspirar a ser una potencia regional ni encabezar proyectos hegemónicos, sino preservar la República Dominicana tal como se concibe en su tradición histórica: una nación independiente, con integridad territorial y demográfica, y con un Estado fuerte capaz de resistir las presiones externas.

La situación es descrita como un cruce de caminos: el país debe decidir si asume su responsabilidad histórica y se fortalece o si se deja arrastrar por las corrientes que buscan imponer una integración contraria a los intereses dominicanos.

La crítica a la diplomacia, a la falta de visión de los gobiernos y a la debilidad institucional pretende despertar la conciencia ciudadana y política.

Si la República Dominicana no se define ante las amenazas —asegura Castillo—, corre el riesgo de perder lo que tanto le costó conseguir: su soberanía, su identidad y su estabilidad. Solo una estrategia nacional bien pensada, sostenida por una opinión pública firme y por líderes responsables, podría evitar que el plan de desestabilización que él denuncia culmine con éxito.

De esta manera, la advertencia de Pelegrín Castillo busca impulsar un debate profundo sobre el rumbo del país, sus prioridades y los sacrificios necesarios para conservar su esencia ante las embestidas de la geopolítica internacional y las presiones migratorias que ya se reflejan en cifras difíciles de ignorar.

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