Pelegrín Castillo confirma existencia de sistemas petroleros en RD, aunque el potencial comercial sigue siendo incierto

Pelegrín Castillo dijo que “el país cuenta con sistemas hidrocarburíferos que generan petróleo y gas”

Maxwell Reyes

Santiago.-La República Dominicana cuenta con sistemas generadores de hidrocarburos, tanto en tierra como en mar, según afirma el exministro de Energía y Minas, Pelegrín Castillo.

Si bien se han identificado indicios de petróleo y gas en distintas cuencas del país, aún no existe certeza sobre su potencial comercial.

Intereses locales y externos, sumados a restricciones medioambientales, han dificultado los esfuerzos de exploración, lo que deja a la nación ante la incógnita de si podrá o no aprovechar económicamente estos recursos energéticos en el futuro, precisa, en el programa Las Exclusivas de Jose Peguero, en YouTube.


El panorama del petróleo dominicano salió a relucir recientemente tras la aprobación en la Cámara de Diputados de un marco que permitiría la exploración y eventual explotación de hidrocarburos por parte de empresas extranjeras. Este nuevo contexto legal busca disipar dudas históricas sobre el verdadero potencial petrolero del país.

El exministro Pelegrín Castillo, quien además presidió la Comisión de Asuntos Energéticos y Mineros en el Congreso y fue el primer titular del Ministerio de Energía y Minas, afirmó en una entrevista que “el país cuenta con sistemas hidrocarburíferos que generan petróleo y gas”, pero que el verdadero reto es determinar cuán rentables podrían ser esas reservas.

Explicó que, pese a los indicios, solo la perforación exhaustiva y los análisis adecuados permitirán confirmar la magnitud y viabilidad comercial de los yacimientos.

Contexto de la exploración y los obstáculos encontrados


A lo largo de las últimas décadas, diversas iniciativas han intentado echar luz sobre el potencial energético dominicano. Entre ellas, esfuerzos conjuntos con empresas internacionales como Petrobras (Brasil) y Cupet (Cuba), que en su momento ofrecieron cooperación técnica para evaluar las cuencas nacionales.

Estas propuestas, sin embargo, enfrentaron barreras. En ocasiones, las compañías locales con concesiones vigentes se negaron a compartir datos, entorpeciendo las evaluaciones.

Asimismo, la debilidad institucional y las dificultades en la definición de una política energética a largo plazo han mantenido el tema en un estado de incertidumbre.

Otro factor determinante es el entramado legal y medioambiental. La declaratoria de ciertas áreas con alto potencial como zonas protegidas y parques nacionales ha impedido o retrasado trabajos más profundos de exploración, especialmente en las zonas marinas más prometedoras.

Castillo señaló que la Bahía de Ocoa, por ejemplo, se considera un área de alto interés por la información sísmica disponible, pero no puede ser explorada por encontrarse bajo una figura de protección ambiental. Este conflicto entre la posible riqueza del subsuelo y la conservación natural es un punto neurálgico en el debate público.

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El rol del Estado y la necesidad de un marco institucional sólido


Para Castillo, el problema central no es la mera existencia de petróleo o gas, sino la capacidad del Estado para gestionar este recurso. Un país con instituciones débiles enfrenta mayores riesgos: sin controles claros ni una política sólida, la explotación de hidrocarburos podría terminar en acuerdos desfavorables que no garanticen beneficios tangibles a las comunidades y al país en su conjunto.

El exministro advierte que el verdadero desafío es establecer reglas claras, transparentes y justas, y asegurar que la renta petrolera, en caso de hallarse comercialmente viable, se distribuya de manera equilibrada.

Esta preocupación no es nueva. En el caso de la minería metálica, como con la mina de oro de Pueblo Viejo, se ha cuestionado la distribución de las ganancias, donde las comunidades cercanas a las explotaciones mineras no siempre ven mejoras significativas en su calidad de vida.

Según Castillo, replicar ese patrón con el petróleo significaría una oportunidad perdida y un potencial detonante de conflictos sociales. Por ello, aboga por un sistema de “ganar-ganar-ganar”: que se beneficie el Estado, las empresas exploradoras y las comunidades.

Experiencias pasadas y potenciales áreas petroleras


La historia de la exploración petrolera en el país muestra hitos puntuales. Durante el gobierno de Antonio Guzmán, el hallazgo del pozo Charco Largo en el suroeste levantó altas expectativas, pero nunca se concretaron explotaciones comerciales. Posteriormente, empresas como Petrolera 111 o Maleno hicieron trabajos preliminares sin resultados definitivos.

Las evaluaciones sugieren que existen cuencas interesantes en la región de Azua, Enriquillo, San Juan, el Cibao y la Llanura Oriental (Hato Mayor y alrededores). Estudios de expertos extranjeros, como los realizados por la estatal cubana Cupet o el geólogo español Andrés Pérez Estaún, han aportado indicios valiosos, señalando que el norte y el este del país podrían ser áreas con mayor potencial.

No obstante, la falta de una campaña sistemática y sostenida impide llegar a conclusiones definitivas. La creación del Ministerio de Energía y Minas y la Base Nacional de Datos de Hidrocarburos bajo la dirección de Castillo fueron pasos importantes para organizar la información y reducir la incertidumbre geológica. Esta base de datos, desarrollada con el apoyo de la compañía de servicios petroleros Schlumberger, elevó el valor de los datos existentes, facilitando el interés de posibles inversionistas.

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Limitaciones medioambientales y casos singulares


El enfrentamiento entre la necesidad de explorar y la protección del entorno es delicado. Castillo recordó que, en otras latitudes, la exploración en áreas protegidas se realiza con rigorosos controles. En Estados Unidos, por ejemplo, se han llevado a cabo perforaciones exploratorias en parques nacionales con altos estándares ambientales.

En Cuba, la extracción de petróleo en zonas turísticas, como Varadero, se realiza mediante perforación horizontal para evitar daños visuales y ecológicos. Pero en la República Dominicana, la postura ambientalista ha sido más rígida, lo que ha provocado que empresas interesadas desistan, temiendo no poder trabajar en las zonas más prometedoras.

En un incidente notable, un barco de investigación español, el Sarmiento de Gamboa, sufrió varios percances durante una campaña sísmica en la plataforma de San Pedro de Macorís.

Según Castillo, la embarcación encontró estructuras metálicas ancladas en el fondo marino que obstaculizaban el levantamiento de datos. No se determinó el origen de estas obstrucciones, pero se barajaron hipótesis que iban desde la pesca artesanal hasta un posible acto de sabotaje, ya sea por intereses del narcotráfico o de grupos opuestos a la exploración. Este incidente ilustra la complejidad de la situación y las presiones en torno a la búsqueda de hidrocarburos.

Potencial gasífero y expectativas realistas


Además del petróleo, existe la posibilidad de que el país cuente con yacimientos de gas natural. La plataforma de San Pedro de Macorís, por ejemplo, se perfila como un área con emanaciones de gas y formaciones geológicas interesantes.

De confirmarse estas reservas, el gas podría resultar una alternativa energética más limpia y barata. Sin embargo, la misma incertidumbre que rodea al petróleo se aplica al gas: sin perforaciones y pruebas técnicas, es imposible asegurar que el recurso sea explotable en términos económicos.

La esperanza de encontrar hidrocarburos de calidad y en cantidad suficiente para impactar positivamente la economía nacional persiste. Sin embargo, Castillo fue claro al señalar que si en algún momento el país descubre yacimientos rentables, la reducción inmediata y drástica del precio de los combustibles locales no es una consecuencia automática. La explotación comercial requiere altos costos, y la renta petrolera debe manejarse con cautela, buscando fortalecer la seguridad energética y el desarrollo a largo plazo, en lugar de alimentar expectativas irreales entre la población.

Hacia una agenda integral de seguridad energética


La estrategia energética propuesta por Castillo y otros expertos no se limita a la búsqueda de petróleo. En realidad, la exploración de hidrocarburos es solo una pieza de un rompecabezas más amplio que incluye las energías renovables y la eficiencia en el consumo. La meta es alcanzar una soberanía y seguridad energéticas que permitan al país diversificar su matriz, apoyándose en fuentes renovables (solar, eólica, hidroeléctrica), mejorar la eficiencia (mediante telemedición y reducción de pérdidas) y, en caso de encontrar hidrocarburos, usarlos como un complemento.

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La Ley de Energías Renovables, impulsada desde el Congreso, fue un paso adelante, aunque su aplicación no ha sido del todo ideal. El objetivo inicial de democratizar la energía, permitiendo que más ciudadanos produzcan su propia electricidad y vendan excedentes a la red, se ha enfrentado a intereses establecidos. Esto ilustra el reto institucional y de gobernanza, similar al que afrontaría el sector de los hidrocarburos.

Mirando hacia el futuro


La República Dominicana se encuentra en una encrucijada energética. Por un lado, tiene indicios de poseer petróleo y gas. Por otro, enfrenta un entramado de debilidades institucionales, intereses encontrados y restricciones medioambientales que dificultan la exploración y aprovechamiento de esos recursos. El país necesita claridad legal, fortalecimiento del Estado y un compromiso con la equidad y la transparencia para que, si se confirman reservas aprovechables, estas se traduzcan en beneficios reales para la sociedad.

La historia reciente de la minería metálica y la distribución de sus rentas es una lección que no se debe ignorar. La experiencia de otros países productores de petróleo y gas, con estados más fuertes y normas más claras, demuestra que la exploración de hidrocarburos puede ser una bendición o una maldición, dependiendo de cómo se gestione.

En definitiva, la oportunidad de resolver la incógnita energética dominicana está en manos del país: definir con rigor científico si existen yacimientos rentables y, de ser así, establecer políticas que garanticen que los hidrocarburos no solo beneficien a unos pocos, sino que impulsen el desarrollo sostenible y la seguridad energética de la nación.


Mientras la República Dominicana debate su futuro energético, el mundo avanza hacia la diversificación de fuentes y la transición hacia energías más limpias. El petróleo dominicano, de existir en cantidad y calidad comercial, podría brindar una ventana de oportunidad económica; sin embargo, su gestión debe evitar caer en los errores del pasado. La clave está en combinar exploración responsable, fortalecimiento institucional y un firme compromiso de que la riqueza subterránea se traduzca en prosperidad compartida.

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