Peculiaridades del Año Nuevo chino

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Por Manuel Vólquez

La mayoría de los países dan la bienvenida a un nuevo año el 1 de enero, siguiendo así una vieja costumbre consagrada en el calendario gregoriano.

Sin embargo, en la República Popular China las cosas son diferentes. Allí el Año Nuevo inicia el primero de febrero. Siempre he reflexionado sobre esa realidad. ¿Por qué diferenciar esa fecha de las restantes naciones, si el gozo, el teteo, tiene el mismo propósito?

Atraído por esa costumbre milenaria, decidí investigar las razones de celebrar de forma diferente esa importante fiesta. Encontré datos interesantes respecto a esa tradición.

Se cree que el Año Nuevo chino se remonta al siglo XIV a. C (antes de Cristo), cuando gobernaba la dinastía Shang. Sus orígenes están adornados de leyenda. Una historia dice que un monstruo llamado Nian («Año») atacaba a las poblaciones de las aldeas al comienzo de cada año. Nian tenía miedo de los ruidos fuertes, las luces brillantes y el color rojo. La gente utilizó estas cosas para espantar a la bestia.

Dado que el dragón es un símbolo chino de poder y buena fortuna, en muchas regiones del país se realizan bailes de esos animales, durante los cuales un títere de dragón largo y colorido desfila por las calles, como el evento culminante de las festividades. Es una fiesta popular.

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Las celebraciones del Año Nuevo Chino se extienden por 15 jornadas, cuando llega la luna llena. Es una época en que las familias se reúnen y atraviesan largas distancias para poder llegar a casa a ver a sus seres queridos.

Por ejemplo, este 2022 es el año del Tigre, considerado por la astrología china como el rey de todas las bestias. Es un símbolo que representa el poder, la fuerza, la valentía y el hechizo de todos los males.

Me atrae la cultura china porque es rica en sabiduría, historia y conocimientos, pero también en supersticiones. Cuenta una leyenda que Buddha convocó a todos los animales para reunirse con él durante el Día de Año Nuevo y nombró los años con los 12 animales que acudieron. Por esta razón, cada año representa a uno de los 12 animales del zodiaco chino, que tienen el siguiente orden: rata, búfalo, tigre, conejo, serpiente, caballo, cabra, mono, gallo, perro, cerdo y dragón.

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Según la cultura asiática, este es el momento ideal para cerrar el ciclo pasado y comenzar una nueva etapa con energías positivas y desafíos renovados. El horóscopo señala que las personas que nacen bajo este signo suelen plantearse objetivos que representen un gran desafío, son valientes, competitivos y fuertes.

A diferencia del resto de los países, que siguen el calendario gregoriano, la dinámica asiática guía su año por un calendario lunisolar. Aquí se utilizan como referencia las fechas de las fases de la luna y de la época del año solar.

Un calendario lunisolar indica el tiempo tomando en consideración las fases del Sol como las fases de la Luna. Si el año solar se define como un año tropical, entonces un calendario lunisolar dará una indicación de la estación. Si se toma como un año sideral, entonces el calendario predecirá la constelación cerca de la cual ocurrirá la luna llena. Por igual se requiere que el año tenga un número entero de meses; la mayoría de los años tiene 12 meses, pero cada segundo o tercer año tiene 13 meses.

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El calendario gregoriano es originario de Europa, actualmente utilizado de manera oficial en casi todo el mundo, denominado así por ser su promotor el papa Gregorio XIII, quien promulgó su uso por medio de la bula Inter Gravissimas. A partir de 1582, sustituyó gradualmente en distintos países al calendario juliano, utilizado desde que Julio César lo instaurara en el año 46 a. C. El calendario juliano era, básicamente, el calendario egipcio, el primer calendario solar conocido que estableció la duración del año en 365 días.

Ese almanaque, del cual nos regimos, se originó a partir de un primer estudio realizado en 1515 por científicos de la Universidad de Salamanca, y de un segundo en 1578. Del primero se hizo caso omiso y del segundo, finalmente, surgió el actual almanaque mundial, aunque el mérito se atribuyó a otros personajes.

Existen otros calendarios de igual importancia, como el hebreo, budista, helénico, hindú, birmano, tibetano, incaico, vietnamita, el calendario mongol, coreano, Coligny y el babilonio, que son todos lunisolares, como también lo fue el calendario japonés hasta 1873.

Esa es la realidad que nos tocó enfrentar y así será siempre.