Papá y mamá, que ayer hicieron familia, hoy desacompañados

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Negro Veras

Por: Ramón Antonio Veras.

I.- Convivencia familiar de ascendiente y descendiente

1.- Las relaciones de familiaridad resultan de una vinculación establecida por la confianza, la naturalidad y las llanezas. Ellas se dan entre personas que se comportan con absoluta sencillez; manejándose sin recelos y libres de formalismos.

2.- Para un grupo humano tratarse como familia, además de los lazos sanguíneos, se requiere que se acostumbren a la vida en común y a la camaradería; la sana comunicación; el trato sincero; la espontaneidad y la abierta solidaridad.

3.- En el círculo de las personas que identificamos como familia, están la madre, el padre, los hijos, nietos, sobrinos, hermanos, en fin, todos aquellos unidos por lazos de consanguinidad o afinidad.

4.- El hijo o la hija, es posible que convivan en compañía de su madre y de su padre, o solamente con uno de ellos. La cohabitación crea lazos entrañables que no se dan cuando los descendientes viven con uno solo de sus progenitores.

5.- No resulta fácil predecir o descubrir los sentimientos de una persona; suponer su forma de sentir; acertar o no en sus afectos; su disposición o estado de ánimo, lo mismo que hablar de su buen corazón o buena voluntad.

6.- Es de suponer, que el padre y la madre que han transmitido a su hija o hijo total y profundo cariño, como contrapartida, reciban absoluto y permanente afecto; manifestación de entrega para siempre y sin caducidad.

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II.- Se presume la buena relación de padres e hijos, que se han criado juntos

7.- La especie humana no está acompañada de todas las cualidades deseables y requeridas, por lo que no existe el hombre o la mujer sin defecto o tacha. De todas maneras hay que presumir la parte bonita del alma, no la fea.

8.- De las hijas y los hijos, que han nacido, formado y desarrollado bajo el cuidado y común mimo de sus progenitores, es posible formarse juicios probables, de que les dispensarán sincero cariño.

9.- Papá y mamá, que hicieron de acompañantes sin fin de sus niños y niñas, ya hoy adultos, lo menos que de estos esperan es, ya al final de su existencia, que les den una voz de aliento acompañada de parabienes.

10.- Papi y mamá, tienen justos motivos para suponer ser merecedores, de una mínima parte, de las tantas demostraciones de afectos que con profusión y franqueza dieron a sus descendientes.

11.- Los ascendientes, que a su hija e hijo, en su período de niñas y niños brindaron las más finas pruebas de comprensión y cariño, suponían en su vejez ser dignos de palabras que alegraran su espíritu.

12.- Los padres, llegados a su ancianidad, se formaron las falsas ideas de que privados de fuerzas, físicamente abatidos por los años vividos, y golpeados por los achaques, encontrarían en sus descendientes la solidaridad que les enseñaron.

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13.- Esos dos viejitos, el papá y la mamá, que fueron personas dedicadas por entero a su hijo e hija, hoy están desilusionados y tristes, al sentirse olvidados, y solamente acompañados de melancolía.

14.- Los padres no esperaban de sus hijos e hijas, que les resolvieran problemas económicos; les basta que sus descendientes se comporten sensibles, compasivos con quienes les hicieron la vida alegre y complacieron plenamente en sus deseos.

III.- Los padres que se quedaron abandonados

15.- Los ascendientes conocen la dura realidad, cuando en verdad necesitan de sus hijas e hijos, no cuestiones materiales, sino que se comporten con fácil trato, afables, precisamente con quienes les enseñaron a ser sociables.

16.- Tristeza motiva el caso de los padres que desde siempre se mantuvieron ahí, pegaditos de sus hijas e hijos, para que no tuvieran que encogerse para resguardarse del frío, porque mamá y papá les sirvieron de abrigo.

17.- Papi y mami, que dieron los mejores años de su existencia a sus descendientes, cuidándoles con todo celo, transmitiéndoles calor humano y resguardándoles a cada momento, ahora, en su vejez, están desamparados, indefensos, convertidos en sus propios y únicos guardianes.

18.- Estos dos padres, que con su hija e hijo mantuvieron fluida comunicación, haciéndoles saber lo que ocurría en el país y en el extranjero; siempre extrovertidos; de viva voz, transmitiéndoles informaciones y conocimientos, ahora resulta que se encuentran con que su prole es introvertida, muy reservada.

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19.- Papá y mamá, convivieron en todo momento con sus descendientes, coexistieron en el mismo hogar de manera reiterada, sin pausa alguna. La cohabitación de padres e hijos, se mantuvo hasta que la jovencita y el jovencito decidieron hacer vida independiente, luego de recibir un trato de absoluta cercanía.

Ideas finales

20.- Ante la inmediación que existió entre padres e hijos, ahora sorprende la dejadez, el descuido de la hija y el hijo con relación a sus ascendientes.

21.- La campechanía, la familiaridad de como papi y mami formaron a su hija e hijo, llama la atención el retorcimiento de conducta, la ausencia de transparencia que hoy muestra la prole ante sus padres. La naturalidad y la franqueza las espantaron los hijos del lado de sus padres.

22.- Mami y papi, que criaron a su hija y a su hijo, en una casa rebosada de alegría, donde su descendencia compartía sanamente con amiguitas y amiguitos, hoy, ya dos viejitos, están en el mismo hogar, pero viviendo solos, como en un asilo de huérfanos. Basta con decir, ¡caramba, cómo cambian los tiempos, quién lo diría!

Santiago de los Caballeros,

17 de abril de 2022.