Magín Díaz : economía dominicana, crecimiento 2026 y reforma fiscal en debate
Magín Díaz en Hoy Mismo: análisis económico y claves fiscales
Santo Domingo.-En una coyuntura donde los titulares suelen simplificar la economía a una sola cifra —“crecimos” o “nos desaceleramos”—, la conversación sostenida en La entrevista de Hoy Mismo con Magín Díaz, ministro de Hacienda y Economía, puso sobre la mesa un diagnóstico más completo: el país termina el año con una expansión baja para los estándares dominicanos, pero con herramientas en marcha para impulsar un rebote en 2026.
La entrevista llegó en un momento en el que la ciudadanía siente el impacto del menor dinamismo: construcción más lenta, consumo menos alegre y expectativas empresariales que se mueven al ritmo de tasas de interés, inversión pública y confianza. En ese contexto, el ministro habló de lo que se ve en las cifras oficiales y de lo que se está moviendo “por debajo” en decisiones de política pública: coordinación con el Banco Central, aceleración del gasto de capital y conversaciones con sectores productivos sobre el futuro fiscal.
Más allá de la discusión recurrente sobre una reforma, Magín Díaz insistió en una idea que ordena todo el debate: no se trata de un país al borde de una crisis, pero sí de un Estado que opera con una “restricción presupuestaria brutal” debido a un déficit estructural de décadas. Ese punto, planteado con franqueza, ayuda a entender por qué hay tensión entre lo que la gente demanda (más infraestructura, mejor salud, educación de calidad, seguridad) y lo que el fisco puede financiar sin abrir más espacio fiscal.
¿Cómo cierra la economía dominicana el año?
Magín Díaz reconoció que el desempeño económico del año ha sido de desaceleración. Según explicó, hasta octubre la economía llevaba un crecimiento de 2%, con señales preliminares de mejora en noviembre y diciembre que empujarían el cierre hacia el entorno de 2.2%–2.3%. En términos prácticos, esto representa aproximadamente la mitad de la tasa de crecimiento a la que el país se ha acostumbrado en periodos recientes.
El ministro evitó adornos: la economía dominicana suele operar con un ritmo mayor, y por eso un crecimiento cercano a 2% se siente. No solo se siente en el debate técnico; se percibe en la calle cuando proyectos se ralentizan, cuando el crédito se encarece o cuando la inversión pública no “jala” con la fuerza esperada. Su mensaje fue que el dato es real y no se debe maquillar, pero tampoco debe interpretarse como un cambio permanente de tendencia.
La clave, según su planteamiento, es distinguir entre el crecimiento del año (ya afectado) y la capacidad de recuperación. Para Díaz, el cierre bajo es una foto del ciclo, no una sentencia. Por eso conectó el resultado con el conjunto de políticas que se han estado ajustando en los últimos meses para crear mejores condiciones en 2026.
Crecimiento económico y desaceleración reciente
El crecimiento bajo, indicó, no es lo “normal” para República Dominicana. Al comparar con los estándares históricos, el país ha mantenido por años ritmos superiores, y por eso el 2.2%–2.3% se interpreta como un año de desempeño flojo. Díaz sostuvo que parte de la explicación es que los estímulos económicos no se reflejan de inmediato: tanto la política monetaria como los impulsos fiscales suelen operar con rezagos.
En su lectura, el entorno de tasas —tanto externas como internas— es determinante. Cuando la Reserva Federal eleva o reduce tasas, el efecto se traslada a la región y condiciona el espacio de los bancos centrales para actuar. En la entrevista, subrayó que una reducción de tasas facilita que el crédito se reactive y que eso, con el tiempo, ayude a dinamizar la producción y el consumo.
El punto de fondo es que el crecimiento no es un interruptor. El ministro lo expresó en términos sencillos: se están empujando variables desde el lado fiscal y desde el lado monetario, pero el resultado aparece con retraso. Esa idea ayuda a interpretar por qué las medidas anunciadas meses atrás no siempre se sienten de inmediato en el bolsillo de la gente.
Factores internos y externos que influyeron en el desempeño
En el plano externo, Magín Díaz mencionó la incidencia del ciclo de tasas internacionales y cómo la disminución de tasas en EE. UU. ayuda a crear un ambiente más favorable. Esto se traduce en menos presión para mantener tasas elevadas localmente y, por extensión, en un estímulo gradual al crédito.
En el plano interno, colocó énfasis en la inversión pública: explicó que se ha buscado acelerar la ejecución, aunque reconoció que existe un límite real dado por la estructura fiscal del Estado. Sin “magia” presupuestaria, el gobierno se mueve dentro de una restricción donde el déficit se ha buscado mantener en torno al 3% del PIB, lo que obliga a priorizar y a reorganizar partidas.
También se deslizó un elemento social clave: la dificultad contemporánea para impulsar grandes reformas tributarias tras la pandemia, un fenómeno que, según dijo, se observa en múltiples países. Esa realidad, aunque no sea el factor directo del crecimiento de este año, sí condiciona el rumbo de la política fiscal a futuro.
Proyecciones económicas para 2026
De cara a 2026, el ministro planteó una expectativa clara: un crecimiento en el entorno de 4.5%. Señaló que ese es el escenario contemplado en el marco macroeconómico y coincide con la visión de organismos internacionales. Su argumento central fue que existen condiciones favorables para un rebote: tasas bajando, mayor ejecución de inversión pública y coordinación estrecha con el Banco Central.
Para el ciudadano común, la diferencia entre crecer 2.3% y crecer 4.5% no es solo una cifra: implica más empleo, mayor actividad en sectores como la construcción, mejor venta en comercios y una percepción de “movimiento” económico. Por eso, la promesa del rebote es políticamente relevante, pero también exigente en términos de ejecución de políticas.
Magín Díaz se cuidó de vender certezas absolutas. Su enfoque fue de condiciones y tendencias: si los impulsos se sostienen, si las tasas continúan moderándose y si la inversión pública mantiene la aceleración, el 2026 puede parecerse más a los años “normales” del crecimiento dominicano.
Expectativa de crecimiento y condiciones macroeconómicas
El ministro vinculó la expectativa de 4.5% a un conjunto de factores que se refuerzan mutuamente. Primero, una política monetaria con tasas más bajas —o en descenso— crea un ambiente más amigable para la inversión privada y el consumo financiado. Segundo, una política fiscal que empuje la inversión pública puede activar sectores con gran capacidad de arrastre.
En su planteamiento, el rebote no es una apuesta ciega. Es el resultado esperado cuando el ciclo de tasas cambia de dirección y cuando el Estado aumenta gasto de capital. Aun así, dejó implícito que los choques externos siempre son un riesgo: la economía dominicana está muy conectada a flujos internacionales, turismo, remesas y condiciones financieras globales.
La palabra que atravesó su discurso fue estabilidad. Mantener estabilidad política, social y económica —según dijo— ha sido una ventaja dominicana que no se puede perder, y esa estabilidad es el “piso” sobre el que se construye cualquier proyección.
Rol de las tasas de interés y el crédito
Díaz resaltó que la reducción de tasas en mercados internacionales ayuda al Banco Central a bajar tasas locales, lo cual debería estimular el crédito. En su visión, el crédito es uno de los canales más directos para reactivar sectores como la construcción, que suelen depender fuertemente de financiamiento.
También recordó una idea clásica: la política monetaria opera con rezagos “largos y variables”. Traducido: hoy se baja una tasa, pero el impulso se siente meses después. Por eso insistió en que no hay que esperar resultados instantáneos, sino medir el efecto en la trayectoria de mediano plazo.
Este enfoque es relevante porque, en periodos de bajo crecimiento, suele crecer la impaciencia pública. La entrevista buscó colocar el debate en un marco de tiempo realista: políticas hoy, resultados escalonados mañana.
Política fiscal y coordinación con el Banco Central
Uno de los segmentos más contundentes fue su descripción de la coordinación entre Hacienda y el Banco Central. Díaz afirmó que trabajan en conjunto en las decisiones importantes vinculadas a dinamizar la economía y coordinar emisiones, siempre respetando la autonomía del Banco Central. Presentó esa coordinación como una pieza clave para sostener estabilidad y credibilidad.
En un país donde el tipo de cambio es un termómetro emocional, el ministro también buscó transmitir calma: enfatizó que no ve razones para una crisis cambiaria y que el país tiene un nivel alto de reservas internacionales, lo que permite amortiguar movimientos bruscos.
Su mensaje fue pragmático: el tipo de cambio se mueve y debe moverse; lo importante es evitar volatilidad extrema. Esa visión apunta a normalizar la fluctuación cambiaria como parte de una economía abierta.
Relación entre política fiscal y monetaria
Díaz sostuvo que el Banco Central no puede hacerlo todo por sí solo. La política fiscal también debe ser contracíclica cuando la economía pierde ritmo, y por eso Hacienda busca empujar inversión pública y ordenar el presupuesto en función de las prioridades macroeconómicas.
La coordinación mencionada incluye decisiones sobre emisiones de bonos y la forma en que el Estado se financia, para no competir agresivamente con el sector privado por liquidez y no presionar tasas al alza. En términos simples: si el Estado se financia “mal”, puede encarecer el dinero para empresas y familias.
En su discurso, esta coordinación aparece como “casi perfecta”. Aunque esa es una valoración subjetiva, el punto periodístico es que el ministro quiso proyectar unidad técnica y alineación institucional en un año complicado.
Estabilidad cambiaria y reservas internacionales
El ministro afirmó que el país cuenta con reservas por encima de los US$14,000 millones, y que eso ofrece respaldo para evitar una crisis cambiaria. Su llamado fue a que la población se acostumbre a que el tipo de cambio es una variable que fluctúa, y que el rol del Banco Central es evitar “movimientos bruscos”, no congelar la tasa.
Este argumento apunta a reducir el nerviosismo cada vez que el dólar sube. En un país importador y con fuerte dolarización en expectativas, el discurso oficial sobre reservas suele tener un efecto de ancla psicológica.
Para el debate de 2026, la estabilidad cambiaria es central porque incide en inflación, en costos empresariales y en el clima general de confianza. Y sin confianza, el rebote económico se complica.
Reforma fiscal: necesidad, tiempos y límites
La reforma fiscal fue el elefante en la sala y, como era previsible, terminó siendo una parte sustancial de la conversación. Magín Díaz reconoció la necesidad de una reforma por un problema estructural: el país mantiene déficit desde hace aproximadamente 30 años. Sin embargo, insistió en que no está apresurado y que este año no se sometería una reforma.
Su argumento fue estratégico: primero, atender el presupuesto reformulado, aumentar inversión pública y empujar la economía; luego, cuando haya condiciones sociales y políticas, abrir el capítulo tributario. En otras palabras, no se trata solo de economía; se trata de legitimidad.
El ministro también intentó desmontar un temor común: que una reforma tributaria “mata” el crecimiento. Sostuvo que la evidencia histórica local muestra lo contrario si la reforma corrige distorsiones y fortalece el marco fiscal.
Déficit fiscal estructural y sostenibilidad
Díaz explicó que el problema no es una crisis inmediata, sino la falta de espacio fiscal para hacer más inversión pública, recapitalizar el Banco Central y responder a demandas sociales. En su visión, el déficit es “sostenible”, pero limita.
Esto es crucial porque cambia el encuadre de la discusión pública: no es “estamos quebrados”, sino “estamos apretados”. Y estar apretados por mucho tiempo tiene costo: menos infraestructura, menos margen para shocks y más rigidez para políticas públicas.
La idea de crear espacio fiscal se conecta con la necesidad de revisar gastos, mejorar calidad del gasto y, eventualmente, revisar la estructura tributaria. Pero Díaz dejó claro que la sociedad tendrá la última palabra.
Reforma tributaria y crecimiento económico

El ministro defendió que no hay evidencia general de que una reforma reduzca el crecimiento si está bien diseñada. Puso como ejemplo experiencias de gobiernos anteriores en República Dominicana donde, tras reformas, se mantuvieron crecimientos altos. Su punto: una reforma puede ayudar a estabilizar y a facilitar la política monetaria.
Además, introdujo un matiz importante: reforma no equivale automáticamente a subir impuestos. Puede incluir eliminar impuestos distorsionantes, simplificar el sistema y revisar exenciones. Ese énfasis busca ampliar el debate más allá del miedo al “impuestazo”.
Aun así, reconoció el componente político: la reforma es una decisión social y política, no solo económica. En el ambiente actual —marcado por redes sociales, desigualdad postpandemia y baja tolerancia a sacrificios— las reformas son difíciles.
Licencia social y viabilidad política
Díaz comentó que, después del COVID, a muchos países se les ha hecho difícil aumentar recaudación y hacer reformas estructurales. Dijo que en varios casos los intentos fracasaron. Ese señalamiento apunta a un hecho: la reforma no se aprueba solo con números, sino con aceptación pública.
En República Dominicana, la discusión sobre exenciones, subsidios y calidad del gasto suele encender conflictos entre sectores. El ministro, en lugar de presionar por una fecha, sugirió que el país puede tomarse tiempo porque no está frente a un colapso inminente.
Ese enfoque “sin prisa” puede leerse como prudencia técnica o como cálculo político. En cualquier caso, marcó la línea oficial: no habrá reforma inmediata, pero el tema sigue sobre la mesa.
Inversión pública y presupuesto del Estado
El ministro se declaró “fanático” de la inversión pública y argumentó que el país no puede sostener por demasiado tiempo una inversión baja sin pagar un costo en desarrollo e infraestructura. Explicó que, para mantener un déficit prudente, el gobierno había tenido que contener inversión pública, pero que esa estrategia tiene límites.
En la entrevista, ofreció un dato clave: la ejecución mensual de inversión pública pasó de alrededor de RD$10,000 millones a más de RD$20,000 millones desde agosto, lo que describe como una duplicación del ritmo. Eso, dijo, permitiría cerrar el año cerca de RD$200,000 millones en inversión pública.
De cara al 2026, señaló que el presupuesto contempla elevar la inversión presupuestada hacia 2.5% del PIB, por encima del plan original de 2.2% del PIB, manteniendo el déficit alrededor de 3% del PIB.
Ejecución presupuestaria y aceleración de la inversión
Díaz explicó que, aunque puede quedar una parte sin ejecutar, la mejora es significativa. Reconoció que existen rezagos normales en procesos, pero indicó que el periodo de emergencia por eventos recientes ayudó a agilizar procedimientos.
Para entender el debate, el ciudadano debe mirar dos cosas: lo presupuestado y lo ejecutado. El presupuesto puede decir una cifra, pero la economía siente otra. Por eso, el énfasis del ministro fue demostrar que la ejecución se aceleró y que el gobierno está “inyectando” más inversión que antes.
La ejecución, sin embargo, seguirá enfrentando el mismo muro: el espacio fiscal. Aun con voluntad, el dinero tiene límites, y esos límites son el centro de la discusión sobre reforma.
Impacto de la inversión pública en sectores clave
El ministro destacó el caso de la construcción, sector que, según dijo, fue motor de crecimiento hasta 2020 y luego se desaceleró, mientras turismo y zonas francas empujaban más. Explicó que la construcción sufrió por inflación de insumos y por tasas de interés altas, además de la caída relativa de inversión pública.
La expectativa para 2026, en su lectura, es más favorable: tasas bajando, programas de encaje liberado y grandes obras gubernamentales pueden impulsar el sector. El mensaje: la construcción debe volver a empujar la economía, y la inversión pública es una palanca para eso.
En República Dominicana, la construcción tiene un efecto multiplicador visible: empleo, demanda de materiales, dinamismo urbano y cadenas de servicios. Por eso, cuando se reactiva, el crecimiento se “siente” más rápido.
Deuda pública y financiamiento del presupuesto
Una parte importante de la entrevista fue la aclaración sobre el monto de financiamiento aprobado en el presupuesto. Díaz indicó que no debe interpretarse como un endeudamiento neto total equivalente a esa cifra. Explicó que el financiamiento incluye tanto el déficit como las amortizaciones de deuda que deben pagarse.
Con ese marco, dijo que el déficit estimado para el año próximo rondaría aproximadamente RD$280,000–285,000 millones, mientras que el monto global aprobado incorpora además el pago de amortizaciones. Es decir: no todo es “nueva deuda”; una parte es refinanciar obligaciones existentes.
El tema de la deuda, en su enfoque, se evalúa con cautela. Reiteró que no ve una dinámica explosiva, pero aceptó que el déficit estructural reduce margen y obliga a revisar el marco fiscal.
Diferencia entre endeudamiento neto y financiamiento autorizado
La explicación del ministro es técnica, pero esencial para el debate público. Cuando el Congreso autoriza un tope de financiamiento, se está autorizando cuánto puede emitir o contratar Hacienda para cubrir necesidades del año: déficit más amortizaciones.
Eso significa que hablar de “aprobación de un préstamo” como si fuera deuda nueva total puede distorsionar la lectura. El endeudamiento neto, según planteó, se corresponde más directamente con el déficit; el resto es gestión de pasivos.
En un país donde la conversación sobre deuda puede volverse alarmista, este matiz ayuda a evitar conclusiones apresuradas.
¿Cuándo debe preocupar la deuda?
Díaz no colocó un umbral exacto en la entrevista, pero sí dio señales de su enfoque: mientras el déficit sea manejable y la deuda no crezca de manera explosiva, no se está frente a una crisis inmediata. La preocupación, más bien, está en la falta de espacio fiscal para invertir y responder a prioridades estructurales.
La deuda preocupa no solo por su tamaño, sino por lo que desplaza: cuando el servicio de deuda crece, compite con gasto social y con inversión pública. Esa tensión es parte del argumento para revisar el marco fiscal a mediano plazo.
En ese sentido, el ministro planteó la reforma como una discusión de desarrollo, no de emergencia: cómo financiar infraestructura, modernizar el Estado y sostener estabilidad.
Gasto público sensible: educación, salud y subsidios
Los temas sensibles aparecieron con fuerza: el 4% para educación, el caso de SENASA y el subsidio a combustibles. Díaz fue claro al decir que el 4% del PIB para educación es una decisión política que no se prevé cambiar ahora, aunque sugirió que como sociedad se debe reflexionar sobre cómo esa asignación condiciona el resto del presupuesto.
Sobre SENASA, el ministro reconoció que el caso está en la justicia y que eso complica el ambiente social, pero aseguró que, si hay que buscar recursos, se buscarán. Dijo que se contemplan montos adicionales en el presupuesto, aunque no precisó cifra en ese momento.
En combustibles, indicó que la caída del precio internacional ha reducido significativamente el peso del subsidio y que se trabaja en redefinirlo hacia un enfoque más focalizado.
El 4% del PIB para educación
Díaz explicó que en América Latina el gasto en educación suele rondar 5% del PIB, pero con niveles de recaudación mayores que los dominicanos. Señaló que cuando se adoptó el 4%, el país recaudaba alrededor de 12%–13% del PIB, lo que implicó una restricción fuerte para el resto del Estado.
Su crítica no fue contra la educación como prioridad, sino contra la rigidez presupuestaria que se produce cuando se “amarra” una porción tan grande en un contexto de ingresos limitados. El resultado, dijo, fue congelamiento de presupuestos en otras áreas durante años.
El mensaje es que el pacto fiscal, cuando se discuta, tendrá que mirar estas rigideces con honestidad: educación es clave, pero el Estado también tiene otras obligaciones.
Situación de SENASA y financiamiento estatal
Sobre SENASA, Díaz indicó que el tema está en manos del Ministerio Público y la justicia, y que lo correcto es dejar que el proceso siga. Reconoció que la magnitud de lo que se comenta es “indignante”, pero sostuvo que el seguro sigue operando.
También afirmó que el Estado no va a permitir que un seguro público como SENASA “quiebre” y que, de ser necesario, se aportarán recursos adicionales. En el presupuesto se han dispuesto montos extra al margen del aporte ordinario por el régimen subsidiado, aunque evitó dar el monto exacto.
En términos de política pública, el foco del ministro estuvo en controles: detectar fraudes, evitar impunidad y mejorar mecanismos para que no vuelva a ocurrir.
Subsidios a los combustibles
Díaz explicó que algunos combustibles siguen subsidiados, pero con montos pequeños comparados con los picos anteriores. La caída del precio del petróleo ha “ayudado muchísimo”, reduciendo el costo fiscal de mantener precios internos controlados.
El planteamiento hacia 2026 es redefinir el subsidio, posiblemente haciéndolo más focalizado. Esto, dijo, puede hacerse por la vía administrativa, no necesariamente mediante una reforma legislativa.
En un país donde el precio de los combustibles influye en transporte, alimentos y percepción inflacionaria, este tema sigue siendo políticamente delicado.
Evasión fiscal e informalidad
En la entrevista, Díaz abordó el tema de evasión, especialmente del ITBIS. Indicó que la última medición que manejó la ubicaba alrededor de 45%, y comparó con países más eficientes como Chile o Uruguay, donde aun así existe un “piso” de evasión.
Hizo una distinción relevante entre informalidad y evasión: aclaró que informalidad laboral no significa automáticamente que no se paguen impuestos, ya que muchas personas pagan impuestos indirectos al consumir bienes gravados.
Para atacar la evasión, mencionó acciones administrativas y uso de tecnología: factura electrónica y proyectos de trazabilidad en alcoholes y cigarrillos, con potencial de ampliarse a otros sectores.
Evasión del ITBIS y exenciones
Magin Díaz sostuvo que un ITBIS con muchas exenciones es más difícil de cobrar y tiende a elevar la evasión. Comparó con sistemas más “limpios”, donde la tasa se aplica a casi todo, lo que facilita fiscalización y cumplimiento.
Su argumento apunta a una discusión sensible: las exenciones no solo afectan recaudación; también complican la administración tributaria y abren brechas para evasión y elusión.
Sin embargo, dejó claro que medidas administrativas por sí solas no corrigen un déficit estructural. Para eso, dijo, se requiere modificar el sistema.
Medidas administrativas y uso de tecnología
El ministro planteó que hay impuestos no indexados y procesos que pueden modernizarse dentro del marco legal. Defendió la expansión de factura electrónica y proyectos tecnológicos para controlar evasión en sectores con impuestos selectivos.
También señaló que la administración tributaria requiere ajustes constantes: resoluciones, normas, cambios según aprenden los contribuyentes. Es un proceso continuo, pero con límites: no sustituye una reforma estructural si el problema es de diseño del sistema.
En su visión, estas medidas también aumentan confianza del sector privado al nivelar el terreno de competencia: que todos paguen bajo las mismas reglas.
Implicaciones para la República Dominicana
Para República Dominicana, la entrevista deja un mapa claro de tensiones: un Estado con demandas crecientes tras la pandemia, una ciudadanía sensible a cualquier cambio tributario y un sector productivo que pide infraestructura, estabilidad y reglas claras.
En lo local, dos asuntos destacan: la inversión pública como motor de corto plazo y la reforma fiscal como discusión inevitable de mediano plazo. La primera puede ayudar a reactivar construcción, empleo y actividad en provincias. La segunda, si se maneja mal, puede encender conflictos sociales; si se maneja bien, puede ampliar capacidades estatales sin asfixiar crecimiento.
El discurso del ministro buscó colocar a RD como un país con un activo valioso: estabilidad política, social y económica. Ese “triple equilibrio”, según dijo, no se debe arriesgar. Para una economía dependiente de turismo, inversión y confianza, esa estabilidad es un diferenciador regional.
Datos clave y visión del ministro
Entre los datos más relevantes ofrecidos por Díaz en la entrevista, destacan cuatro que ayudan a entender el panorama:
- Crecimiento 2025: cierre esperado alrededor de 2.2%–2.3%, tras crecer 2% hasta octubre.
- Proyección 2026: rebote en el entorno de 4.5%, apoyado en tasas más bajas e inversión pública.
- Inversión pública: aceleración de ejecución mensual de RD$10,000 millones a más de RD$20,000 millones; cierre del año cercano a RD$200,000 millones.
- Evasión ITBIS: última medición referida por el ministro cerca de 45%, influida por un sistema con amplias exenciones.
Su visión general combina prudencia fiscal y énfasis en inversión. Por un lado, defiende mantener déficit alrededor de 3% del PIB como ancla de responsabilidad. Por otro, insiste en que la inversión pública es indispensable en la etapa de desarrollo del país y que el Estado debe abrir espacio fiscal para sostenerla.
El punto más político de su intervención fue la reforma: la presentó como necesaria, pero no urgente; estructural, pero no inevitable en el calendario inmediato. Esa postura intenta equilibrar estabilidad social con la realidad fiscal.
Entrevista a Magín Díaz en Hoy Mismo y el mensaje central para 2026
La entrevista a Magín Díaz en Hoy Mismo dejó un mensaje principal: el país cierra un año de crecimiento bajo, pero trabaja para rebotar en 2026 con apoyo de tasas más favorables, inversión pública acelerada y coordinación estrecha con el Banco Central.
Díaz defendió que no hay una crisis fiscal inminente, aunque sí un déficit estructural que limita el desarrollo. Por eso, la reforma fiscal sigue en el horizonte, pero condicionada a la licencia social y al cálculo político. Mientras tanto, el gobierno apuesta por medidas administrativas, modernización tributaria y una estrategia de inversión pública que impulse sectores clave como la construcción.
Si el 2026 será un año de recuperación, como proyecta el ministro, dependerá de que las políticas se traduzcan en ejecución y de que el país conserve su activo más repetido en la entrevista: la estabilidad. El reto es convertir ese capital en crecimiento visible y en servicios públicos que la gente sienta. La tarea pendiente es construir consenso para que el Estado tenga más capacidad sin romper el equilibrio social.
Preguntas Frecuentes (FAQ)
¿Habrá reforma fiscal en República Dominicana?
Según explicó Magín Díaz, no se sometería una reforma este año. Reconoció que es necesaria por un problema estructural, pero afirmó que requiere viabilidad política y licencia social para avanzar.
¿Cómo cerrará la economía dominicana este año?
El ministro indicó que, tras crecer 2% hasta octubre, el país cerraría alrededor de 2.2%–2.3%, con mejora relativa en noviembre y diciembre.
¿Qué se espera del crecimiento económico en 2026?
La proyección expuesta por Díaz es un rebote cercano a 4.5%, apoyado en tasas de interés más bajas, mayor crédito e impulso por inversión pública.
¿Está en riesgo la estabilidad fiscal del país?
Díaz sostuvo que no hay una crisis fiscal o de deuda inminente, pero sí un déficit estructural que limita el margen del Estado y obliga a discutir cómo crear espacio fiscal para inversión y prioridades públicas.
