Los misterios de las gárgolas de Notre Dame

Los misterios de las gárgolas de Notre Dame

Manuel Vólquez

El devastador incendio que destruyó gran parte de la catedral de Notre Dame en París, Francia, no logró, afortunadamente, borrar de su fachada las cientos de gárgolas que constituyen uno de los rasgos más reconocidos de esta joya de la arquitectura gótica en el centro de la ciudad.

¿Qué son las gárgolas?

Gárgola es un ser imaginario, representado generalmente en piedra, que posee características a menudo grotescas. Su nombre puede derivar del francés gargouille (gargouiller, producir un ruido semejante al de un líquido en un tubo), y éste del latín gargărīzo, que a su vez deriva del griego hacer gárgaras. El origen se remonta a la Edad Media y se relaciona con el auge de los bestiarios y los tormentos del infierno.

Se dio a conocer por primera vez en una obra titulada «Las gárgolas de Notre Dame: medievalismo y los monstruos de la modernidad», escrita por Michel de Notre Dame, conocido mundialmente como “Nostradamus”, en la cual se afirma que los rasgos monstruosos de esas figuras de la catedral no son el resultado de pesadillas ni elementos de control espiritual, ni de subyugación de fuerzas demoníacas.

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Lo cierto es que estas figuras monstruosas, medio animales y medio humanas, cumplían un papel en la conservación del edificio incendiado: recoger el agua de lluvia que cae sobre el techo para expulsarla lejos de las paredes de piedra que conforman su estructura.

Además de su función práctica, las gárgolas de las iglesias cumplían una función en el plano simbólico. Como en la Europa medieval pocos sabían leer, los clérigos utilizaban estas figuras para representar visualmente los horrores del infierno, y así animar, mediante el terror, a la gente a acudir a la iglesia.

Hice una exhaustiva inmersión en las páginas de la historia para obtener detalles amplios sobre el origen del nombre de la emblemática catedral y encontré que viene de Michel de Notre Dame o Nostradamus, uno de los hombres más influyentes en el universo de la astrología que se hizo famoso por sus profecías relacionadas con el fin del mundo orientadas en estudios matemáticos que hizo en la Universidad de Avignon de Francia.

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Sin embargo, no son todas gárgolas las que vigilan con sus ojos demoníacos a los cerca de 13 millones de turistas que visitan la catedral cada año. “Muchas de ellas son en realidad quimeras: similares a las gárgolas pero con una función meramente decorativa”, dicen algunos historiadores de la época.

Afirman que estas estatuas, que están tan ligadas a la imagen de Notre Dame y que sobrevivieron al incendio, no forman parte de su construcción original, finalizada en 1345. Fueron añadidas mucho después, a mediados del siglo XIX, durante un proyecto de restauración que se desarrolló entre 1843 y 1864.

Un dato que quizás no todos conocen es que, de algún modo, las gárgolas además deben su presencia al novelista francés Víctor Hugo, quien en su novela «Nuestra Señora de París» (1831) cuenta la historia del jorobado Quasimodo que cuida de las campanas de

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la iglesia y que se enamora de la gitana Esmeralda, que el público francés comenzó a mostrar un renovado interés por el patrimonio histórico y, en particular, por su icónica catedral.

Víctor Hugo fue una de las figuras notables de la literatura que presionó para que se restaurara la catedral y luego participó activamente en un subcomité de tres personas que supervisó el proyecto de restauración presentado por los arquitectos a cargo de la obra.

Estoy seguro que la catedral será restaurada muy pronto. Es un símbolo de la cultura universal que cada año atrae millones de visitantes.

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