La frontera, tema crucial

La frontera, tema crucial

Felipe Mora

Por Felipe Mora

La frontera domínico-haitiana, con sus 375 kms de largo y más de cien cruces (solo cuatro permitidos de manera oficial: Dajabón-Ouanaminthe, Elías Piña-Belladere, Jimaní-Malpase, y Pedernales-Anse-A-Pitre), ha sido tema de grandes controversias a lo largo de más de cuatro siglos, si nos remontamos a la época de las devastaciones de Osorio, en 1605 y 1606.

Eran tiempos en que la población de la isla, colonia de España por entero, apenas llegaba a unos cuantos miles de personas, en poblados habituados a la cotidianidad, donde lo dominante eran las inmensas extensiones de terrenos baldíos, bosques vírgenes, en los que la naturaleza implantaba sus dominios.

Remontándonos a lo que pueden ser los orígenes de la frontera, los sucesivos tratados, comenzando por el de Ryswick, en 1697; San Miguel de la Atalaya, en 1776; Aranjuez, en 1777; Basilea, en 1795, solo sirvieron para satisfacer apetencias de España y Francia en lo que se refiere a redistribuirse territorios de ultramar. En el último caso, España se desentendió de la parte este de la isla.

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Pese al fragor de las hostilidades entre tropas dominicanas y haitianas después de proclamada la Independencia Nacional, en 1844, ningún regimiento militar estaba destacado en los límites territoriales entre ambos estados para salvaguardar los intereses de la naciente república.

Tuvieron que pasar más de 80 años para que se rubricara el acuerdo de los límites fronterizos, por medio del cual República Dominicana concedió 4 mil km2 a Haití. Ocurrió el 21 de enero de 1929, a cargo de los presidentes Horacio Vásquez y Louis Bornó, lo que fue ratificado el 14 de abril de 1936 por Trujillo y Stenio Vincent.

En tiempos modernos, cuando la isla completa suma más de 20 millones de personas y con la permanente depredación de los campos haitianos, la situación reclama una atención especial por parte de nuestras autoridades. El flujo migratorio incontrolado de allá para acá es un problema súper complejo y, de continuar, en poco tiempo ya no habrá solución posible.

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Las cinco provincias dominicanas en la zona fronteriza tienen 8,390 km2, igual al 17% del territorio nacional. De norte a sur, Montecristi (1,885.8 km2); Dajabón (1,021.3); Elías Piña (1,395.5), Independencia (2,007.4), y Pedernales (2,080).

Previo a los despliegues de tropas en los últimos días, quizás nuestra frontera sea uno de los pasos divisorios entre dos países que con mayor facilidad se vulneran, en este caso de oeste a este.

Amén de las protestas escenificadas en días recientes en Pedernales por el crimen de una pareja de esposos, la permisividad para el trasiego de mercancías y personas en ambas direcciones, por todos los cruces legales o ilegales para hacerlo, ha dado lugar a que las autoridades enviaran tropas, vehículos de tierra, aviones, helicópteros, drones, lanchas rápidas, en procura de evitar que la masiva inmigración nos arrope por completo.

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Haití constituye el segundo mercado para las exportaciones dominicanas, pero no menos cierto es que tenemos el flagelo de tráfico de drogas y armas a través de la frontera; vehículos robados que van a parar al otro lado. A eso se agregan los casos de parturientas de allá que ocupan nuestros hospitales (no sólo los ubicados en las provincias fronterizas), lo mismo que el comercio informal, que se da a todos los niveles.

Pero además, tenemos haitianos indocumentados en lugares tan lejanos como Higüey, Las Terrenas, Samaná; jornaleros que son traídos de forma irregular, sin documentación, a lo que se añade que militares destacados en la franja se hagan de la vista gorda para permitir el acceso de ilegales.

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