Enigma de las aves que no vuelan

manuel volquez

Por Manuel Vólquez

Mientras acumulamos años de existencia terrenal, más conocemos sobre los misterios de la madre naturaleza y nos nutrimos de conocimientos, haciéndonos más sabios.

Pero también se dan ocasiones que nos pasamos el tiempo pensando en nuestro modo de vida promoviendo así una conducta individualista e indiferente, egocéntrica, narcisista, arrogante, y no prestamos atención a los demás seres vivos que con inteligencia y destreza comparten con nosotros el hermoso, acogedor, planeta Tierra.

Es posible que no conozcamos las diferentes maneras de los seres vivos irracionales para compartir con nosotros los inmensos espacios terrestres y marinos. Ellos sufren también los efectos de los fenómenos naturales que nos azotan sin compasión (terremotos, huracanes, erupciones volcánicas), pero desconocemos cómo hacen para convivir con las demás especies e incluso las estrategias que utilizan para sobrevivir a los hambrientos depredadores.

A manera de ilustración, he aprendido que las hormigas se pueden comunicar usando sus antenas, las cuales son uno de sus órganos más sensitivos y les sirven para detectar diferentes tipos de feromonas, compuestos químicos que se transmiten como si fueran frases entre estas y cuando se comunican pueden emitir una cantidad potencialmente ilimitada de mensajes. Se les ha visto como un modelo a seguir por su disposición para el trabajo, que se logra por la organización. Además, guardan comida para pasar la temporada del frío invernal.

Las cucarachas tienen oportunidades de sobrevivir ante un ataque atómico. Sus oportunidades también aumentan porque pueden tener acceso a lugares donde otros animales no; podrían resistir el enfriamiento global, pese a sus orígenes tropicales, y a un acomodo a cambios extremos en el nivel de oxígeno de la tierra.

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Y los letales cocodrilos tienden a congregarse en sitios de agua dulce como ríos, lagos, humedales y algunas veces en agua salobre. Se alimentan principalmente de vertebrados (peces, reptiles y mamíferos), y de invertebrados (moluscos y crustáceos), según la especie.

Cuando hace demasiado frío, estos reptiles entran en un periodo parecido a la hibernación en el que ralentizan su metabolismo y su respiración. En ese estado, no se mueven mucho y ni siquiera digieren la comida. En esas condiciones, están configurados para pasar 12 meses sin comer. Debido a su instinto, se percatan de la llegada del frío y antes de que el lago se congele, sacan sus hocicos para poder respirar durante todo el tiempo que el agua permanezca en estado sólido y vuelven a caminar cuando el clima se pone más cálido.

Los estudios de la ciencia han determinado que los árboles se comunican, hablan entre sí, a través de su red interna (las raíces), extendiendo su información entre los más cercanos y los que se encuentran a grandes distancias. Esta habilidad les permite dar detalles de interés, como dónde hay agua subterránea, cuidarse y ayudarse, formando una comunidad jerárquica en la que cada individuo tiene un papel importante.

¿Por qué algunas no vuelan?

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Manuel Volquez

En ese contexto medioambiental, son millones los humanos que tal vez desconocen el origen de las aves y por qué algunas de estas no vuelan.

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Las investigaciones científicas precisan que esos animales evolucionaron de los reptiles, como los dinosaurios, aunque ese dato todavía sigue siendo un motivo de discusión.

Hay algunas aves que carecen de la capacidad de volar porque dependen de sus capacidades para correr o nadar, aunque proceden de ancestros voladores.

En la actualidad se conocen unos cuarenta de tipos y las mejor conocidas son las ratites como el avestruz, ñandú, emú, casuario, kiwi y los pingüinos. Algunas evolucionaron perdiendo la capacidad de vuelo a consecuencia de no tener depredadores en el entorno que pudieran matarlas.

Existen dos diferencias claves en la anatomía de las aves no planeadoras respecto a las voladoras: los huesos de las alas son más pequeños en las que no vuelan y la ausencia de la quilla de su pecho, ya que es el anclaje que necesitan los músculos pectorales para el movimiento de las alas. Además, las que no puede alzar vuelos, como la gallina y pollos, tienen más plumas.

Tras la desaparición de los dinosaurios, que dominaron la tierra durante 175 millones de años, muchas variedades de esas aves no volátiles han sobrevivido y evolucionado hasta épocas históricas. La extinción de los dinosaurios, hace 66 millones de años, ocurrió como consecuencia de un asteroide que golpeó la Tierra al noroeste de la península de Yucatán, México. La devastación fue progresiva, al extremo de que el 75% de las especies del planeta desaparecieron, llevándose también de paso los cultivos y las plantas.

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Un ejemplo de aves que no vuelan son los kiwis, que aparecieron hace aproximadamente 68 millones de años del grupo australiano de casuarios y emúes. Se precisa que en la actualidad existen unos 400 kiwis en esa región.

Por igual, están los ñandúes americanos que surgieron hace aproximadamente 89 millones de años, justo al mismo tiempo que surgió la separación de América del Sur y África.

Otros pájaros no voladores son los dodos y los solitarios endémicos de las islas Mauricio, situadas en el océano Índico. Llegaron a convertirse durante tres millones de años en las palomas más grandes que han existido. Otras habían dejado de volar para volverse terrestres.

Un caso muy peculiar de aves que no tienen capacidad para surcar el espacio aéreo son los pingüinos. Esas criaturas viven en el mar abierto del hemisferio sur, especialmente en las aguas costeras de la Antártida, Nueva Zelanda, el sur de Australia, Sudáfrica, las Islas Malvinas, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. En las zonas tropicales se encuentran en determinadas áreas de corrientes de agua fría, como en la costa oeste de América del Sur o en Sudáfrica.

Otro detalle interesante es que hace 8 millones de años, los cambios climáticos, propiciaron la adaptación a nuevos ambientes de los pájaros, unos seres vivos que cantan para expresar infinidad de situaciones, comunicar sentimientos, informar de alertas cuando siente peligro. Su canto constituye una extraordinaria forma de establecer diálogos.