El Colegio de Abogados de esta sociedad podrida

Por: Ramón Antonio Veras.

1.- Embuste. Falso. Quién dijo que pasamos de pendejos. Solamente hicimos lo que debíamos hacer, lo que nos dictó la conciencia en el momento y escenarios adecuados. Ni más, ni menos.

2.- Así tenemos que responder, Rafael Lantigua, Julio Aníbal Suárez, Abrahán Bautista, Carmen Imbert Brugal, Rafael Armando Vallejo S., Juan Puello Herrera, Nelson Gómez Arias, Porfirio Hernández Quezada, Ana Arnaud, Sonia Vargas, Julián Serulle R., Dulce María Díaz, Abel Rodríguez del Orbe, José Darío Suárez, Eduardo Trueba, y en su oportunidad, los finados colegas Francisco Porfirio Veras, Segundo Pichardo, Rafael Nicolás Gómez Ortiz, Julio Genaro Campillo Pérez, Américo Espinal Hued, Manuel Medrano, Leonor Sánchez Baret, Virgilio Bello Rosa, Salvador Jorge Blanco, Jottin Cury, Ramón García Gómez, Joaquín Bidó Medina, Luis Bircann, Fernando Hernández, Rafael Valera Benítez, Luis Veras Lozano y otros propulsores de lo que hoy es el Colegio de Abogados de la República Dominicana.

3.- Un grupo de dominicanas y dominicanos profesionales del derecho, nos convertimos en maniáticos activistas por la colegiación, y así consta en los documentos donde está el historial de los auténticos congresos de abogados y abogadas efectuados hasta ahora.

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4.- En esas distintas ocasiones levantábamos la necesidad del gremio, no como una consigna coyuntural, sino como algo muy significativo para el ejercicio de la abogacía en los marcos de la decencia y la ética profesional.

5.- Los principios que debían servir de guía a quien hace de la profesión de la toga y el birrete un compromiso personal y deber social, están ahí, en los estatutos del colegio.

6.- Que el Colegio de Abogados de la República Dominicana, se ha convertido en una afrenta para sus miembros honrados, honestos y decentes, no tiene nada que ver con los buenos deseos de quienes incidieron para su nacimiento.

7.- Lo que ahora es el órgano que agrupa a abogadas y abogados dominicanos, es la fiel expresión de la sociedad dominicana enferma, degradada por entero.

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8.- No es más que miopía política o hipocresía sistémica, querer ver el Colegio de Abogados, como extraño al régimen económico y social predominante.

9.- Como órgano del podrido cuerpo social dominicano, el Colegio se ha ido agusanando en la misma proporción que la pudrición de las demás partes de la putrefacción.

10.- Una comunidad humana sostenida en un sistema que descansa en la desigualdad, y está degradada hasta el tuétano, necesariamente cuenta con organizaciones viciadas.

11.- Querer una asociación de profesionales al margen de la conducta de la mayoría de sus integrantes, es como suponer la parte al margen del todo. Un orden social, echado a perder, aloja en su seno descomposición, pura podredumbre.

12.- El rámpano que es la sociedad donde estamos viviendo dominicanas y dominicanos, tiene llagas imposibles de curación. La herida que no tiene sanación, hay que eliminarla.

13.- Aquel que no quiere aceptar que la sociedad dominicana está podrida en lo ético y moral, es porque no ha olfateado el mal olor que despide. Ella está apestosa desde arriba hasta abajo.

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14.- No es cuestión del Colegio de Abogados, la Policía Nacional, el Servicio Judicial, el Poder Legislativo, Poder Municipal, el Servicio Educativo y de Salud, el Estado y sus instituciones, sino también la familia, como célula principal, que están dañadas, averiadas, agrietadas.

15.- Hay que dejarse de pendejadas y estar actuando como tontos. Sin darle muchas vueltas a la cabeza, hay que admitir que, moralmente, esta sociedad colapsó, se derrumbó y las clases sociales que se aprovechan del statu quo, no quieren reconocerlo para seguir disfrutando de sus piltrafas carroñosas.

16.- Cada día ocurrirán nuevos hechos escandalosos en el país, como el reciente en el Colegio de Abogados de la República Dominicana, porque nos estamos moviendo en un pantano social, emporcado. Señores, moralmente, esto se jodió.

Santiago de los Caballeros,

8 diciembre de 2023.

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