Alaska 2025: diálogo audaz, sin cheques en blanco

Alaska 2025: diálogo audaz, sin cheques en blanco

Maxwell Reyes

Que Trump y Putin se vieran en Anchorage abre una ventana de distensión, pero exige reglas claras: nada de concesiones unilaterales ni de dejar a Ucrania fuera de la mesa.

El 15 de agosto, Donald Trump y Vladimir Putin se reunieron en la base conjunta Elmendorf–Richardson, en Anchorage, para intentar destrabar la guerra en Ucrania.

No hubo alto al fuego ni acuerdo final, pero sí un hecho político relevante: el restablecimiento de un canal presencial al más alto nivel, con toda la carga simbólica de un B-2 y cazas F-35 sobrevolando la llegada de los líderes.

En tiempos de escalada y propaganda, ese gesto importa. También obliga: si la distensión es el camino, debe serlo con condiciones, transparencia y participación de Kiev, no como espectáculo de fuerza o negociación a dos. La región y las democracias pequeñas también se juegan mucho en la arquitectura que surja de aquí.

Un gesto que reabre la política — y el reloj

Alaska 2025: diálogo audaz, sin cheques en blanco
ANCHORAGE, 15 de agosto de 2025 (Xinhua) — El presidente estadounidense, Donald Trump (d), y el presidente ruso, Vladimir Putin, asisten a una conferencia de prensa conjunta después de concluir sus conversaciones, en Anchorage, Alaska, Estados Unidos, el 15 de agosto de 2025. (Xinhua/Wu Xiaoling)

La cumbre fue real, en territorio estadounidense, y concluyó sin un cese del fuego. Aun así, produjo algo escaso en la diplomacia reciente: tiempo político para explorar salidas. Trump y Putin conversaron casi tres horas; luego, no hubo firmas. Los hechos están claros: el encuentro fue en Anchorage el 15 de agosto y terminó sin un acuerdo de alto al fuego.

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El despliegue de poder fue calculado: un bombardero furtivo B-2 con escolta de F-35 marcó la escena; los símbolos pesan y están pensados para enviar mensajes a varias audiencias a la vez —Moscú, Kiev, Bruselas y el público interno de EE.UU.

El color político no faltó: Serguéi Lavrov apareció con una sudadera con las siglas “СССР”, recordatorio de que en esta mesa el relato histórico también juega.

Costos y beneficios: lo que sí cambia (y lo que no)

La ventaja inmediata del encuentro es táctica: se abre un canal directo que permite tantear concesiones verificables —intercambios de prisioneros, corredores humanitarios, límites a bombardeos de infraestructura— mientras se exploran marcos más amplios (control de armas estratégicas, seguridad europea).

El hecho de que no haya humo blanco evita, además, un “mal acuerdo” apresurado. Sin embargo, la dinámica posterior mostró tensiones: reportes periodísticos señalan que Putin presionó por más territorio —incluida la totalidad de Donetsk— y que Zelenski rechazó esa pretensión; Europa, por su parte, avisó que mantendrá o incrementará la presión. No es detalle menor.

En balance económico y de seguridad, la sola perspectiva de distensión ya suaviza primas de riesgo y expectativas energéticas; pero si la “paz” se cimenta en ceder soberanía ucraniana, la factura a futuro sería más cara: precedentes peligrosos, incentivos a la agresión y una OTAN desdibujada. La distensión útil es la que baja la violencia sin normalizar la conquista.

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La vara ética: paz sí, pero no a cualquier precio

Una política exterior conservadora y democrática defiende la paz con justicia. La doctrina social de la Iglesia lo recuerda: el diálogo es obligación moral, pero la paz sin verdad ni derecho es precaria. Abrir conversaciones directas honra el mandato de buscar el bien común; reducir la guerra siempre es preferible a la retórica altisonante.

Pero otra cosa es legitimar condiciones que despojen a un tercero ausente en la foto. Si Ucrania queda fuera, el proceso nace viciado. La forma también comunica: el flyover militar y la iconografía soviética en la pista pueden fortalecer percepciones equivocadas —de espectáculo o de nostalgia imperial— justo cuando habría que enfatizar garantías, límites y verificación.

“Fue un show que solo favoreció a Putin”: la objeción y su refutación

El encuentro fue pura apariencia; Putin se llevó estatura internacional sin ceder nada y Trump diluyó la defensa de Kiev. Varios análisis subrayaron que no hubo concesiones rusas, que el cese del fuego no llegó y que el Kremlin marcó la cancha con exigencias territoriales.

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No hubo acuerdo; Trump dijo que “hay que hacer un acuerdo” y que “Rusia es una gran potencia”, mientras trascendían demandas sobre Donetsk y más. Eso alimenta la percepción de que Moscú impone marcos.

El hecho de que no se firmara nada y de que Ucrania haya rechazado exigencias muestra que la negociación no es capitulación. Un canal abierto no equivale a aceptar condiciones; al contrario, permite testear límites, identificar áreas de progreso (p. ej., control de armas) y ordenar una secuencia que incorpore a Kiev y a Europa. La clave es el “cómo”: transparencia, reglas, y un trípode diplomático que impida un “deal” a espaldas del agredido.

Propuestas para una distensión con principios

  • Trilateralizar el proceso: mesa formal EE.UU.–Ucrania–Rusia, con la UE como garante, para evitar formatos bilaterales que dejen a Kiev en los márgenes.
  • Paquetes graduales y verificables: canje de prisioneros, protección de infraestructura civil y retorno de menores deportados, con verificación internacional.
  • Vincular distensión a control de armas: reabrir un marco de conversaciones nucleares tácticas y estratégicas, con calendarios y acceso de inspectores.
  • Líneas rojas públicas: no reconocimiento de anexiones por la fuerza; cualquier ajuste territorial requiere referendos bajo estándares internacionales y presencia de observadores, si alguna vez se considerara.
  • Transparencia democrática: minutas resumidas y auditoría legislativa del Congreso y el Parlamento Europeo tras cada ronda; eso disciplina a los ejecutivos y protege a las partes más débiles.

Diplomacia en serio, no coreografía

La cumbre de Alaska no resolvió la guerra. Tampoco tenía por qué hacerlo. Su valor radica en abrir una vía y en recordarnos que el camino de salida exige paciencia, método y límites morales claros. Distensión sí, pero con Estado de derecho, con Ucrania adentro y con verificación independiente. Lo otro es coreografía con riesgo de resaca.

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