Trabajo doméstico en América Latina y el Caribe avanza

En América Latina y el Caribe, 4,1 millones de trabajadoras domésticas pueden acceder efectivamente a sus derechos

palitos de tender ropa

Lima – Las condiciones del trabajo doméstico en América Latina y el Caribe han registrado avances desde que se aprobó el Convenio 189 de la OIT hace una década. Pero los datos más recientes indican que hay un largo camino por recorrer en materia de formalización y cumplimiento efectivo de las leyes.


De los 14,8 millones de trabajadoras domésticas que contabilizadas en la región en 2019, el 72,3 por ciento no tiene acceso a un empleo formal. Para 725.000 los niveles de protección legal son insuficientes o inadecuados, y 10 millones carecen de cobertura por la falta de aplicación de las leyes y las políticas vigentes.


Son 4,1 millones de trabajadoras domésticas las que pueden acceder efectivamente a sus derechos y protecciones en la realidad.


Así lo recoge el informe «El trabajo doméstico remunerado en América Latina y el Caribe, a diez años del Convenio núm. 189 «, que repasa los progresos habidos en los países de la región desde 2011, año en que la OIT aprobó el convenio sobre los trabajadores y las trabajadoras domésticos.


En palabras de Vinícius Pinheiro, Director Regional de la OIT para América Latina y el Caribe, “la alta proporción de ratificaciones del Convenio núm. 189 y los grandes avances legales y de políticas revelan el alto compromiso de los países de América Latina y el Caribe con la mejora de las condiciones laborales de las trabajadoras remuneradas del hogar”.


“Ahora queda pendiente la parte más decisiva: conseguir su aplicación para hacer realidad el trabajo decente en el trabajo doméstico”, agregó Pinheiro.


Además de analizar los avances legales por cada país y plantear recomendaciones, el informe recopila buenas prácticas. Entre ellas, experiencias sobre el registro de contratos escritos, mecanismos de acceso a la justicia, diálogo social y negociación colectiva, acceso a la seguridad social, programas de profesionalización del trabajo doméstico, y campañas de información y sensibilización.


“Alentamos a los países a que adopten y adapten estas buenas prácticas para garantizar los derechos laborales a las trabajadoras domésticas nacionales y no nacionales, cuya labor es crucial para el funcionamiento de los mercados de trabajo y de las sociedades en su conjunto. La pandemia lo ha dejado patente más que nunca antes”, dijo el Director Regional de OIT.

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Tiempo de trabajo

En once de los 24 países considerados la jornada laboral para las trabajadoras domésticas es similar a la ordinaria. Las brechas principales se dan en Centroamérica y República Dominicana, que solo establecen un tiempo mínimo diario de descanso.

En lo que respecta al descanso semanal, en 21 países el establecido para el trabajo doméstico es similar al ordinario; y todos los países de la región considerados para el estudio reconocen un periodo de vacaciones pagadas igual o mayor al establecido para otros grupos de trabajadoras y trabajadores.


En la práctica, solo 4 de cada 10 trabajadoras domésticas tienen una jornada de entre 35 y 48 horas semanales. En los extremos se encuentra el 3,8 por ciento que realiza jornadas de más de 60 horas y el 23,3 por ciento que trabaja menos de 20 horas semanales.

Remuneración

Si bien 22 de los 24 países reconocen la protección del salario mínimo para las trabajadoras domésticas, en tres de ellos es inferior al establecido para otros grupos, y en diez, parte del pago puede ser en especie. Brasil, Chile, Perú prohíben el pago en especie, y en Costa Rica, que la remuneración en especie sea parte del salario mínimo.

En la realidad, aunque la situación ha mejorado con respecto a 2012, en 2019 las trabajadoras domésticas en América Latina y el Caribe reciben un ingreso mensual equivalente al 44,7 por ciento del percibido por las personas asalariadas, y esta brecha es aún mayor si se considera únicamente a aquellas que trabajan en la informalidad, pues su salario es del 37,5 por ciento del de las personas asalariadas.


Según apunta el informe, dichas brechas pueden ser producto tanto de las jornadas de trabajo muy cortas como de las jornadas largas con un salario por hora muy bajo, o consecuencia de la falta de protección del salario mínimo, de la fijación de salarios mínimos inferiores para el trabajo doméstico o de la falta de cumplimiento.

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Seguridad social y protección a la maternidad

En América Latina y el Caribe, el 97,1 por ciento de las trabajadoras domésticas están cubiertas legalmente por al menos una rama de la seguridad social, pero tan solo el 9,8 por ciento cuenta con la cobertura de todos los beneficios.


En la mayoría de los países de la región, la afiliación de las trabajadoras domésticas a la seguridad social es obligatoria, aunque esto no siempre garantiza la cobertura efectiva, las altas cuotas de informalidad dan cuenta de ello.


En países como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay, que permiten modalidades de aseguramiento acordes a las características del trabajo doméstico remunerado y han desarrollado acciones para promover el aseguramiento, la informalidad se ha reducido.


De la protección legal de licencia de maternidad disfruta el 97,4 por ciento de las trabajadoras del hogar. Tan solo en República Dominicana no se reconoce este derecho, y solo en dos países —Granada y Jamaica— el periodo de licencia para las trabajadoras domésticas es inferior al reconocido para otras trabajadoras.


Además, el 80,7 por ciento de las trabajadoras domésticas tienen derecho a recibir prestaciones pecuniarias durante la licencia de maternidad, y únicamente en Honduras y República Dominicana están excluidas de este derecho.

Perfil de las trabajadoras domésticas

El 91,1 por ciento de quienes se dedican al trabajo doméstico de forma remunerada en la región son mujeres. Además de ser una ocupación altamente feminizada, el trabajo doméstico también es una importante fuente de empleo para ellas, y en 2019, una de cada nueve mujeres ocupadas (el 11,3 por ciento) es trabajadora doméstica.


Según datos de la CEPAL recogidos en el estudio, la edad promedio de las trabajadoras domésticas ha aumentado notablemente: de 34,5 años en 2012 a 4 2,2 años en 2017. Asimismo, su nivel de formación también ha mejorado considerablemente: de 6,4 años de estudio en promedio en 2000 a 7,4 años en 2017.

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Tal y como recoge el informe, son minoría las trabajadoras domésticas que en la región trabajan sin retiro: en 2019, no representan más del 20 por ciento del total en ninguno de los países para los que se dispone de cifras.


En la región, según indica el estudio, las mujeres indígenas y las afrodescendientes se encuentran sobrerrepresentadas en el trabajo doméstico, con datos muy diversos entre países.

El documento también apunta que las trabajadoras domésticas migrantes son el 35,3 por ciento del total de trabajadoras migrantes, y el trabajo doméstico remunerado tiene un mayor peso para las mujeres migrantes que para las nacionales.


En este sentido, el gran reto es articular la legislación laboral y la legislación migratoria, pues en algunos países con normativas migratorias restrictivas, enfrentan dificultades para obtener un estatus regular y, por consiguiente, se encuentran en una situación de mayor desprotección.

Trabajo decente para las trabajadoras domésticas clave para cerrar las brechas de género en el mercado laboral

Antes de la pandemia los trabajadores y trabajadoras domésticas, 91,1 por ciento de las cuales son mujeres en nuestra región, representaban el 6,8 por ciento del total de la población económicamente activa de la región y el 11,3 por ciento de las mujeres económicamente activas.


Para cerrar las brechas de género en el mercado laboral de la región es indispensable abordar el cumplimiento de los derechos laborales de las trabajadoras domésticas.

Por eso el 17 de noviembre la OIT conjuntamente con la Comisión a Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el apoyo de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), organizó una mesa redonda a fin de visibilizar el trabajo doméstico y los derechos de las trabajadoras del hogar.