Oscuridades en la trayectoria de Pedro Santana

Felipe Mora
Felipe Mora

Por Felipe Mora

Por más que se haya escrito y exaltado en torno a su trayectoria, la enigmática figura del general Pedro Santana en el acontecer nacional arroja una serie de cuestionamientos que hacen descender de manera estrepitosa las proezas de las que fue protagonista de primera línea. Demasiados puntos oscuros hay en el que fuera primer presidente de República Dominicana, en 1844, y paladín de varias epopeyas militares contra Haití.

Para tormento de unos y satisfacción de otros, sus restos descansan en el Panteón Nacional, monumento para el descanso eterno de hombres y mujeres que se sacrificaron por lo más sublime de nuestra patria, y que entre ellos los hay que fueron mandados fusilar por Santana en episodios iniciales de la gesta libertaria y durante la ocupación del país por tropas españolas, iniciada a partir del 18 de marzo de 1861.

Una vez proclamada la independencia nacional, el 27 de febrero de 1844, y a lo largo de 11 años de lucha contra los haitianos, Santana se creció frente al ejército invasor, el cual contaba con mayor capacidad de combate y preparación.

Es considerado héroe de las batallas del 19 de Marzo en Azua; de Las Carreras, escenificada entre el 19 y 22 de abril de 1849, y considerada la de mayor estrategia militar contra los invasores. También, junto con Antonio Duvergé fue comandante en El Número, librada dos días antes en los desfiladeros camino a Azua, el 17 de abril de 1849.

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Contrario a lo acontecido con otro caudillo entreguista del Siglo XIX, Buenaventura Báez, el destino ha permitido que el nombre de Santana perdure en el tiempo. Un apartado municipio fronterizo, ubicado en la provincia Elías Piña, se denomina Pedro Santana, además de un estamento militar, el Décimoséptimo Batallón de Infantería General Pedro Santana, con asiento en la provincia de El Seibo. No hay que olvidar: ostentó el rango de Jefe Supremo del Ejército.

Por demás, este personaje fue presidente de la República por tres períodos (1844-1848; 1853-1856, y 1858-1861), y en todas esas ocasiones siempre hizo intentos por anexar el país a una potencia extranjera, incluidos los

Estados Unidos. Siempre alegaba la protección foránea frente al peligro de invasión de tropas haitianas.

Hatero propietario de enormes predios ganaderos en El Seibo, Santana era el típico cacique cuyas decisiones eran obedecidas a ciegas en los predios del Este y otras regiones.

De él dice brigadier y escritor José de La Gándara que “el general Santana era hombre de carácter enérgico e impetuoso, acostumbrado a imponerse siempre y a no sufrir contrariedades”.

Y añade “en verdad, uno de los sacrificios más heróicos que consigna la historia de las tropas españolas en Santo Domingo fue el de que soportaran resignadas la situación en que las colocó la falta de tacto de Santana. Injustificados insultos, increíbles atropellos eran cosa de todos los días, sin reparar en clases ni graduaciones” (J. de La Gándara “Anexión y Guerra de Santo Domingo” Tomo II, edición de 1884, a cargo de Imprenta de El Correo Militar, Madrid, con sello de Harvard College Library, de Cambridge, Massachussets, de abril 8, 1914, y que aparece en internet).

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Pero, toda la gloria de Santana se echa por tierra. ¿Porqué? Siendo presidente de la República dio pasos para traicionar el interés nacional cuando pidió y obtuvo la anexión de España, en 1861, además de que en innúmeras ocasiones hizo derramar sangre de patriotas comprometidos con la independencia nacional.

Mucho antes de esos episodios, el 28 de febrero de 1845, justo cuando se cumplía un año y un día de proclamarse la independencia, y siendo presidente de la República, Santana ordenó el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, heroína de la resistencia contra la ocupación haitiana, y quien estuvo en primera línea la noche del grito emancipador del 27 de febrero de 1844. Todo, por la simple acusación de no delatar a conjurados.

Junto a ella, y por disposición de una comisión militar autorizada por Santana, también fueron pasados por las armas José del Carmen Figuereo, Andrés Sánchez (sobrino de ella y hermano de Francisco del Rosario Sánchez), y Nicolás de Bari.

En 1847 se consumó el fusilamiento de los hermanos José Joaquín y Gabino Puello, acusados de conspiración, ejecución en la que el propio Santana estuvo presente; en 1855 tocó a Antonio Duvergé y su hijo Alcides. Duvergé

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fue jefe expedicionario del Sur y adalid de varias batallas contra los haitianos, como fueron la del 19 de Marzo, El Memiso, Cachimán y La Estrelleta.

Siendo Presidente, Santana mandó al destierro en 1844 a Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella y Francisco del Rosario Sánchez, que luego fueran proclamados Padres de la Patria. Más aún, meses después, el 3 de marzo de 1845, también envió al destierro a doña Manuela Diez, madre de Duarte, a la que hizo llegar un pasaporte y la advertencia de que se le obliga a realizar su salida del país “a la mayor brevedad posible” con los demás miembros de su familia.

Más aún, el 4 de julio de 1861, luego de traicionar la confianza de sus conciudadanos, al anexar la República a España, Santana ordenó fuera fusilado en el cementerio de San Juan de la Maguana el patriota Francisco del Rosario Sánchez, y bajos conjurados, bajo la acusación de conspirar contra el gobierno que encabezaba. Una diferencia de 16 años, 4 meses y 7 días pasaron entre el día de la ejecución de su tía, y cuando apenas habían transcurrido tres meses y 16 días de haberse consumado la anexión a España.

Sobradas razones hay para que los restos del dictador Pedro Santana, implacable en sus actuaciones como político y militar, sean desalojados del sagrado recinto del Panteón Nacional.