Límites del crecimiento económico en RD: más inversión
Límites del crecimiento económico en República Dominicana
Contexto macroeconómico reciente y daños de Melissa
Santo Domingo 2 de noviembre 2025 (Noticia.do).-La discusión sobre los límites del crecimiento económico en República Dominicana reaparece con fuerza a partir del análisis de Temístocles Montás, quien advierte que el desempeño de la economía está condicionado por choques recientes y restricciones internas.
Entre esos choques se cuenta el impacto de Melissa sobre infraestructura, hogares y actividades productivas, lo que tensiona la capacidad de recuperación en el corto plazo. En este contexto, la política económica enfrenta el reto de sostener el empleo y la inversión sin comprometer la estabilidad.
La evidencia indica que cuando se combinan daños climáticos con debilidad de la inversión, la senda del PIB tiende a aplanarse. Los proyectos se retrasan, aumenta el costo de reposición de capital y se reasignan recursos del crecimiento a la reparación. Esto obliga a una respuesta pública y privada más ágil, con un énfasis en la calidad de cada peso invertido.
Para el periodismo económico dominicano, la pregunta central no es solo cuánto creceremos, sino cómo creceremos y con qué instrumentos. El debate ya no puede eludir la eficiencia del gasto, la efectividad del crédito productivo y la capacidad del Estado de ejecutar proyectos con impacto.
Meta oficial de 2.5% y rango probable 2.3%–2.4%
Según el análisis citado, resulta poco realista alcanzar una meta de 2.5% en el corto plazo. El rango plausible se ubicaría entre 2.3% y 2.4%, a menos que se adopten medidas de estímulo fiscal y crediticio más agresivas en las próximas semanas. Esta afirmación no es un simple ejercicio de pesimismo: responde a la lectura de los fundamentos que hoy limitan el crecimiento.
Una brecha de 0.1–0.2 puntos parece menor, pero implica miles de empleos, ingresos para hogares y recaudación tributaria. Además, la diferencia entre crecer y acelerar es sustantiva: la primera depende de la inercia, la segunda de decisiones deliberadas de política y del sector privado.
El mensaje implícito es que, si no se acelera la inversión y el crédito, el crecimiento se quedará por debajo de su potencial. La política económica tiene margen para actuar si enfoca prioridades y acorta los tiempos de ejecución.
Factores estructurales: baja inversión y productividad
Los límites estructurales son conocidos: baja inversión en términos reales, productividad estancada y demanda interna contenida. Esta tríada restringe la capacidad de expansión, incluso en contextos externos favorables. La inversión privada posterga decisiones ante la incertidumbre, mientras que la inversión pública no siempre avanza a la velocidad e impacto requeridos.
La productividad opera como el “motor silencioso” del crecimiento: sin mejoras tecnológicas, capital humano y gestión, el PIB crece por acumulación y no por eficiencia. Esto se traduce en márgenes más estrechos para aumentar salarios reales y competir en mercados internacionales.
Revertir este cuadro exige señales claras de política, estabilidad de reglas y una cartera de proyectos bien evaluados, con retornos económicos y sociales verificables. El enfoque no es gastar más, sino invertir mejor.
Necesidad de inversión pública y privada de calidad
Calidad del gasto y priorización de proyectos
Montás subraya que, sin más inversión pública y privada de calidad, será difícil cumplir las metas. “Calidad” significa priorizar proyectos con alto multiplicador sobre el PIB y el empleo, y con fuerte encadenamiento productivo. Se trata de seleccionar obras que reduzcan costos logísticos, mejoren productividad y eleven la resiliencia ante el clima.
En la práctica, la calidad del gasto se verifica con metodologías de evaluación ex ante, hitos de ejecución y auditorías de desempeño. La gestión de proyectos —desde licitaciones hasta supervisión— debe minimizar sobrecostos y retrasos. Cuando la inversión pública es oportuna y eficiente, “levanta” a la inversión privada.
El objetivo es que cada proyecto deje capacidad instalada útil, y no solo gasto devengado. Infraestructura que funcione, servicios que mejoren la vida de la gente y productividad que se traduzca en más empleo formal.
Infraestructura estratégica: energía, agua, logística
Para ensanchar la frontera de crecimiento, tres frentes son críticos: energía confiable, agua para consumo y producción, y logística (vial, puertos y conectividad). Estas inversiones reducen costos a empresas y hogares, fomentan nuevas industrias y mitigan riesgos ante eventos climáticos como Melissa.
Un portafolio de obras estratégicas debe combinar proyectos de rápido arranque (mantenimiento mayor, rehabilitación de redes) con megaproyectos que eleven el techo de crecimiento en el mediano plazo. La clave está en el orden y la ejecución.
El financiamiento puede articular presupuesto, APP y créditos multilaterales, cuidando la sostenibilidad de la deuda. El retorno social justifica la inversión cuando impacta productividad, inclusión y resiliencia.
Confianza empresarial y reglas claras
La confianza empresarial es el puente entre la intención de invertir y la inversión efectiva. Reglas claras, cumplibles y estables, junto con trámites simples, incentivan proyectos privados y reinversión de utilidades. La consistencia del discurso y la coordinación entre instituciones son determinantes.
El sector privado necesita señales: cronogramas transparentes de obras, calendarios de pagos, y acceso a información sobre compras públicas y oportunidades de encadenamiento. Cuando el Estado cumple, la inversión privada responde.
La coordinación público-privada debe basarse en competencia y transparencia, no en discrecionalidad. Los incentivos bien diseñados atraen capital y evitan rentas improductivas.
Crédito productivo y Mipymes
Rol del sistema financiero y el Banco Central
Para acelerar el crecimiento, el crédito debe fluir a sectores productivos, en especial a las Mipymes, que concentran empleo. El Banco Central y la banca comercial tienen herramientas para bajar el costo del dinero y orientar liquidez hacia inversión, no solo hacia consumo.
Los programas de redescuento, flexibilización de garantías y líneas sectoriales pueden multiplicar la demanda de inversión. El monitoreo debe asegurar que la liquidez llegue a empresas con proyectos viables y que no se diluya en refinanciamientos improductivos.
El reto es mantener el equilibrio entre estímulo y estabilidad. Una expansión del crédito bien dirigida impulsa la oferta y evita presiones inflacionarias innecesarias.
Acceso, costo del crédito y garantías
El cuello de botella para Mipymes suele ser la garantía. Es clave ampliar y simplificar los fondos de garantía públicos, mejorar la información crediticia y promover el factoring de facturas del Estado y grandes empresas.
Reducir el costo financiero requiere competencia bancaria, herramientas de cobertura y digitalización de procesos. Un punto porcentual menos en la tasa puede ser la diferencia entre invertir o no hacerlo.
La banca de desarrollo, en coordinación con la comercial, puede catalizar crédito productivo en condiciones de plazo y tasa compatibles con la maduración de proyectos.
Encadenamientos y formalización
El crédito debe acompañarse de compras públicas inclusivas, capacitación y asistencia técnica. Sin encadenamientos, el impulso de demanda se diluye; con ellos, se multiplican las oportunidades para proveedores locales.
La formalización reduce costos de transacción y mejora el acceso a financiamiento. Simplificar registros, impuestos y reportes contables es una medida de crecimiento, no solo de orden administrativo.
Un ecosistema Mipyme robusto eleva el empleo formal y el ingreso de los hogares, fortaleciendo la demanda interna que hoy luce contenida.
Reactivación sectorial
Construcción y vivienda
La construcción es un acelerador del ciclo: arrastra insumos, empleo y servicios. Programas de vivienda asequible, mejora de barrios y mantenimiento de infraestructura pueden generar impactos rápidos y cubrir déficits sociales.
El crédito hipotecario con tasas estables, subsidios focalizados y agilización de permisos incentiva la inversión privada. La construcción pública, cuando se ejecuta a tiempo, induce confianza y moviliza capital.
Es vital priorizar obras con alto contenido local para maximizar el efecto multiplicador y apoyar a pymes constructoras y proveedoras.
Manufactura local y zonas francas
La manufactura y las zonas francas son pilares exportadores. Para sostener su dinamismo se requieren energía competitiva, logística eficiente y talento alineado a las demandas de la industria.
La política industrial moderna favorece clusters, innovación y servitización (combinar producto y servicio). El apoyo debe ser horizontal (reglas, infraestructura) y, cuando corresponda, focalizado y temporal.
Encadenar zonas francas con proveedores locales multiplica el valor agregado nacional y protege el empleo ante shocks externos.
Agropecuaria y seguridad alimentaria
El sector agropecuario es estratégico por su impacto social y su rol en precios de alimentos. La inversión en riego, caminos rurales y tecnología reduce pérdidas y aumenta productividad.
Los seguros agropecuarios y los fondos de estabilización ayudan a manejar la volatilidad climática, que eventos como Melissa ponen en evidencia. Con mercados más previsibles, la inversión crece.
Integrar cadenas desde el productor hasta el retail reduce costos, mejora calidad y eleva el ingreso rural, fortaleciendo la cohesión social.
Política fiscal expansiva y eficiente
Espacio fiscal, deuda y reglas
Montás propone un giro fiscal más expansivo y eficiente. El desafío es calibrar el impulso sin deteriorar la sostenibilidad. Reglas claras de responsabilidad fiscal y una cartera de proyectos priorizados pueden compatibilizar crecimiento y prudencia.
El espacio fiscal se construye con recaudación eficiente, combate a la evasión y mejor calidad del gasto. No se trata de gastar más por gastar, sino de orientar recursos a proyectos con alto retorno social.
En fases de debilidad cíclica, un impulso temporal —bien focalizado— puede evitar que la economía se enfríe y que el desempleo aumente.
Ejecución presupuestaria y transparencia
La diferencia entre un presupuesto sobre el papel y su impacto real está en la ejecución. Cronogramas de obra, pagos oportunos y mecanismos de solución de controversias reducen costos y sobretiempos.
La transparencia es, además de un deber ético, un activo económico. Datos abiertos de compras y seguimiento de hitos elevan la confianza y bajan el costo de capital.
Fortalecer la capacidad de gestión pública —diseño, licitación, supervisión— es quizá la inversión con mayor retorno a mediano plazo.
Medidas contracíclicas de corto plazo
Para acelerar en el año en curso pueden combinarse tres líneas: aceleración de inversión pública en proyectos listos, alivio tributario temporal para inversión y empleo, y crédito dirigido a sectores con rápido multiplicador.
Las transferencias focalizadas a hogares vulnerables sostienen la demanda interna sin distorsionar precios. El objetivo es que el impulso llegue antes, mejor y a menor costo.
Una coordinación explícita entre Gobierno y Banco Central alinea incentivos y tiempos, evitando señales contradictorias al mercado.
Proyección 2026: alcanzar 4.5% de crecimiento
Requisitos para una aceleración de casi 2 puntos
Las autoridades proyectan 4.5% en 2026. Lograrlo implica acelerar casi dos puntos en un año, lo que exige un cambio profundo en la conducción económica: inversión pública reactivada, crédito productivo a Mipymes, confianza empresarial restablecida y reactivación sectorial en construcción, manufactura, zonas francas y agro.
Este salto no es imposible, pero requiere consistencia, secuenciación y ejecución. Las decisiones deben tomarse pronto para que el efecto se materialice en los trimestres siguientes.
El calendario es determinante: mientras antes arranquen los proyectos, más probable será cerrar el año con la tracción suficiente para 2026.
Riesgos si no se aplican medidas
Si no se producen los cambios, el crecimiento difícilmente superará el 3% potencial el próximo año. Esto reflejaría baja inversión, débil productividad y demanda contenida. Evitar esa trampa exige una combinación de políticas y decisiones privadas en la misma dirección.
Los riesgos incluyen parálisis de proyectos, deterioro del ánimo empresarial y pérdida de empleo en sectores intensivos en mano de obra. El costo de la inacción puede ser mayor que el del impulso bien diseñado.
La comunicación económica clara —metas, rutas, responsables— reduce incertidumbre y refuerza la credibilidad de la estrategia.
Indicadores y métricas a monitorear
Para evaluar la efectividad del giro propuesto, conviene seguir una canasta de indicadores:
- Ejecución de inversión pública (avance físico y financiero por mes).
- Crédito a Mipymes (monto, tasa, plazos, morosidad).
- Confianza empresarial y cartera de pedidos.
- Actividad sectorial: construcción, manufactura, zonas francas, agro.
- Productividad y empleo formal.
- Inflación y tipo de cambio para cuidar la estabilidad.
La evaluación continua permite ajustar políticas a tiempo, reforzar lo que funciona y corregir cuellos de botella.
Un tablero público de seguimiento eleva la rendición de cuentas y alinea expectativas de mercado con la realidad de la ejecución.
Límites del crecimiento económico y hoja de ruta

El diagnóstico es claro: la economía dominicana enfrenta límites que no se superan solo con optimismo. Para crecer más y mejor se requieren inversión pública y privada de calidad, crédito productivo y una política fiscal temporalmente más expansiva y muy eficiente.
La hoja de ruta combina obras estratégicas, confianza empresarial y reactivación sectorial. Con medidas oportunas, el rango de crecimiento puede mejorar y la meta de 4.5% en 2026 dejar de ser aspiracional para convertirse en un objetivo plausible.
Llamado a la acción: Gobierno, Banco Central, empresas y sociedad civil deben empujar en la misma dirección. La coordinación hoy es la diferencia entre un año de inercia y un punto de inflexión para el desarrollo dominicano.
Preguntas frecuentes
¿Por qué la inversión de “calidad” es clave para crecer?
Porque prioriza proyectos con alto retorno económico y social, fortaleciendo productividad, empleo y resiliencia. No se trata de gastar más, sino de invertir mejor en energía, agua y logística, con ejecución oportuna y transparente.
¿Qué sectores pueden traccionar el crecimiento en 2026?
Construcción (vivienda e infraestructura), manufactura y zonas francas (exportaciones y encadenamientos), y agropecuaria (productividad y seguridad alimentaria). Su dinamismo depende de energía competitiva, crédito y clima de inversión.
¿Cómo pueden acceder las Mipymes a crédito productivo?
Con fondos de garantía ampliados, líneas de redescuento, factoring de facturas y simplificación de trámites. Tasas y plazos adecuados permiten invertir en maquinaria, tecnología y capital de trabajo.
¿Qué pasa si no se aplican estímulos fiscales y crediticios?
El crecimiento podría quedarse cerca del 3% potencial, con menor creación de empleo y presión sobre ingresos de los hogares. El costo de la inacción supera el de un impulso focalizado y bien ejecutado.
