Salud mental y la virtualidad

Por Manuel Vólquez

La psicóloga Priyanka Rodríguez expresó su preocupación por la adicción a los aparatos electrónicos y juegos virtuales que crece en niños y adolescentes de la República Dominicana.

La también activista social reveló en un programa televisión capitaleño que entregó el resultado de investigación de más de 50 páginas a los ministerios de Educación y de Salud Pública, con todos los detalles sobre la situación que se está viviendo en los centros educativos, la mayoría públicos, con casos que involucran a niños y adolescentes que van a parar a centros de salud mental por el uso desmedido de aparatos electrónicos y juegos virtuales.

“Tenemos una población adolescente e infantil adicta a los juegos virtuales y la mayoría de esos niños y adolescentes que van a psicología es porque son referidos desde los centros educativos”, dijo.

Señaló que en ese documento se contemplan las medidas a tomar, basadas en estudios y en países referentes que ya han empezado a accionar por la creciente adicción en el mundo de la virtualidad en estos segmentos poblacionales.

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Explicó que el patrón de conducta en el individuo que practica estos entretenimientos cambia totalmente y esta actitud la emigran a todas las áreas sociales.

Ese reporte resulta conmovedor. No es una invención, es una realidad que hace varios años incide en nuestro escenario familiar, desde que los padres pusieron en manos de los hijos los teléfonos celulares, videos juegos y otras herramientas tecnológicas administradas de manera alegre por los usuarios.

Sin dudas, los padres de familia somos cómplices de esa realidad, por ser complacientes, débiles ante las exigencias de hijos cuando nos reclaman que le compren esos dispositivos.

Sin embargo, no son tan diligentes para orientarlos o supervisarlos en las tareas escolares y en la configuración del comportamiento. Y si son adolescentes, cedemos con facilidad a las presiones y satisfacemos sus deseos.

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La irresponsabilidad de los tutores inicia cuando el niño cumple los dos años. A esa edad les compramos, tal vez para silenciar los llantos o tranquilizarlos, la famosa Tablet con juegos infantiles, algunos por cierto muy dañinos. Cuando llegan a los seis y ocho años, dejamos que usen nuestros celulares de manera libérrima. Ahí comienza la adicción a esos aparatos.

Veamos dos ejemplos de hasta dónde llega nuestra irresponsabilidad. Recientemente vi una pareja de esposo pasar frente a mi casa. El hombre iba delante con dos bultos y la madre caminaba detrás, a pasos lentos, con un niño al hombro. El niño, que tenía como dos años de edad, iba con la cabeza sobre el hombro derecho de la madre, entretenido jugando con un celular, que imagino era de ella.

El otro ejemplo. Mi vecina calma los gritos de su niño cediendo el celular. Me contó que esa es la forma del pequeño dejarla hacer los oficios domésticos y trabajar en el negocio de arreglo de uñas y pies.

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Las consecuencias de esa conducta es el desequilibrio mental, el bajo rendimiento escolar y el cambio de personalidad del individuo, sobre todo cuando se trata de los adolescentes, esa fósil casta rebelde e indisciplinada que se creen saberlo todo y que no admiten consejos paternos.

Tal como señala la psicóloga Priyanka Rodríguez, “a corto plazo es imposible contrarrestar esta situación”, pero sí se puede trabajar en el caso “a mediano y largo plazo”.

Naturalmente, es un laberinto complejo que implica la intervención de padres, gobierno y la sociedad. La tarea no es difícil realizar; solo debemos actuar con responsabilidad para preservar la salud mental de nuestros hijos menores de edad.

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