Paralizaciones Sociales: un grito necesario en República Dominicana

POR: JUAN PABLO BOURDIERD –

Comunicador. Reside en Santiago Rodríguez.

En la República Dominicana, las paralizaciones sociales se han convertido en un vehículo vital para la expresión de necesidades comunitarias. Organizaciones, grupos sociales y comunitarios han recurrido a estas medidas drásticas, no por elección, sino por necesidad, impulsados por la falta de atención gubernamental a demandas clave.

Históricamente, los gobernantes dominicanos han interpretado las huelgas y movilizaciones sociales más como oportunidades de proselitismo político que como genuinos llamados a la acción. Esta tendencia refleja una desconexión preocupante entre las autoridades y las realidades sociales del país. En consecuencia, estas problemáticas, a menudo ignoradas o mal informadas, han obligado a los promotores de estas movilizaciones a optar por huelgas como último recurso para hacer visible su lucha.

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Las recientes paralizaciones anunciadas por organizaciones sociales y populares del Cibao para el lunes 24 ilustran este escenario. Estas movilizaciones, que afectan labores productivas, escolares y otras actividades, son un claro mensaje al gobierno sobre la urgente necesidad de atención en los pueblos del Cibao. El objetivo es claro: exigir mejoras en servicios públicos, como el acceso a agua potable, servicios médicos y educación, además de la finalización de obras públicas paralizadas.

Estas paralizaciones no son actos de rebeldía sin causa; son el reflejo de un pueblo que lucha por sus derechos básicos. Representan un grito de desesperación de una comunidad que, agotada por la indiferencia gubernamental, ve en la protesta la única esperanza de ser escuchada.

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En una nación que aspira a avanzar, ignorar estas voces no solo es imprudente, sino también un retroceso. La solución no reside en la supresión de estas protestas, sino en escuchar y responder adecuadamente a las demandas legítimas del pueblo.

Las paralizaciones sociales en la República Dominicana, lejos de ser un obstáculo, deben verse como una oportunidad para el gobierno de reconectar con su gente y abordar las preocupaciones que afectan su bienestar y desarrollo. Solo a través del diálogo y la acción efectiva pueden estas voces ser finalmente silenciadas, no por la represión, sino por la satisfacción de sus necesidades y el avance hacia un futuro más próspero y justo.

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